“LE MOSTRÓ EN LA
MANO SU CORAZÓN RODEADO DE ESPINAS”
EL CORAZÓN DE
NUESTRA MADRE
Un
sábado más atraídos por los lazos amorosos de Aquella que cautiva nuestros
corazones, “acudimos con presteza al trono de la gracia –que es el Corazón Inmaculado
de María- para hallar misericordia” queriendo ofrecerle nuestro amor y
veneración en reparación de las blasfemias e ingratitudes con las que es
ofendido. Ella y su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, nos lo han pedido a través
de Sor Lucía en su aparición en la ciudad de Pontevedra el 10 de diciembre de
1925.
Al
mismo tiempo, acudimos con presteza a este Corazón Inmaculado que la Virgen nos
ofrece como nuestro refugio seguro en medio de los peligros, pruebas y
sufrimientos de esta vida.
Queremos
también al acudir con presteza a este Corazón llegar a conocerlo más
profundamente para mejor amarlo y ofrecerle una reparación digna.
La
carta a los hebreos comienza afirmando que “Dios muchas veces y de muchas
maneras habló en el pasado a nuestros padres, ahora en esta etapa final nos ha
hablado por el Hijo.” El Dios cristiano es el Dios que habla, el Dios de la
palabra, que quiere comunicarse y así darse a nosotros. Un Dios afable que
quiere dialogar con nosotros, y es tan fuerte su deseo que a pesar de que el
hombre se esconda, se cierre en sí mismo y no quiera responder, Dios sigue
hablando.
Dios
habló en el pasado, habló por medio de su Hijo que es la misma Palabra y sigue
hablando hoy. La palabra de Dios es viva y eficaz y cada vez que es proclamada
en la fe de la Iglesia se actualiza este hablar de Dios a nosotros.
Dios
ha hablado y habla no sólo a través de su Palabra, sino también a través de los
acontecimientos y de la realidad. La misma creación es palabra dirigida al
hombre que nos habla del poder y el amor de Dios. Hemos de estar despiertos y
atentos a los signos actuales por los que Dios se dirige a nosotros: fieles a
la voz de los pastores de la Iglesia hemos de leer aquellos signos de los
tiempos por los que Dios se nos manifiesta.
Sería
realmente un absurdo querer negar la importancia para el mundo, para la Iglesia
y para nosotros de los acontecimientos que ocurrieron en Fátima en el año de
1917 y después más tarde en su colofón en Pontevedra y Tuy donde la Virgen
manifestó la Gran Promesa de su Inmaculado Corazón. Sería absurdo y realmente
peligroso para nuestra salvación hacernos sordos al mensaje de la Virgen pues como
dijo en su visita a Fátima en el año 2011 el Papa Benedicto XVI: “Se equivoca
quien piensa que la misión profética de Fátima está acabada.”
La
Virgen se ha manifestado, ha dejado verse por aquellos tres niños, ha hablado,
ha dado un mensaje. La misma forma de aparecerse en también palabra que nos
habla y nos interroga.
Quisiera
que nos fijásemos hoy en cómo la Virgen se aparece en Pontevedra. Acompañada del niño Jesús, la Santísima
Virgen se aparece a sor Lucía en su celda conventual y poniéndole una mano en
el hombro, le mostró al mismo tiempo su Corazón que tenía en la otra mano,
cercado de espinas.
Le
mostró su Corazón sostenido en su mano. Un gesto que manifiesta el deseo de la dársenos
a conocer. La Virgen quiere que la conozcamos, que entremos en el misterio de
su corazón inmaculado. Con su gesto,
ella nos muestra lo más íntimo de su persona. María no tiene miedo a mostrarnos
su corazón, pues en él no hay nada que no pueda mostrarse. Un corazón
inmaculado, limpio, transparente. Un corazón totalmente modelado por Dios. Un
corazón donde no hay lugar a “malos
pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios
y calumnias.” En definitiva, un corazón todo de Dios, totalmente lleno de él; y
porque es todo de Dios se da totalmente a nosotros. No se guarda para sí mismo,
ni se reserva para el pecado, ni lo ocupa con vanos pensamientos… Se da a Dios
y se da a nosotros. Al mostrarnos su Corazón
Inmaculado en su mano, la Virgen nos habla de su inmensa caridad hacia nosotros.
Las palabras dichas anteriormente en Fátima a la niña Lucía “Mi Inmaculado
Corazón será tu refugio” hallan su expresión plástica en este gesto de la
Virgen.
El
corazón que la Virgen sostiene en su mano está herido, rodeado de espinas. Al
querer dársenos y al querer amarnos, la Virgen María expone su corazón al
sufrimiento, a ser clavado y maltratado por nuestros pecados, blasfemias e
ingratitudes. La espada anunciada por el anciano Simeón que atravesó su alma en
la pasión se ha convertido en corona de espinas. Nosotros que deberíamos amarla,
somos los que la ofendemos. Su gesto viene a pedir consuelo. Ella que es
Consuelo de afligidos ruega que nosotros tengamos compasión de su corazón y le
mostremos nuestro amor y reparemos las ofensas a su corazón.
El
gesto de la Virgen con el corazón en su mano es todavía más elocuente en un
mundo como el nuestro donde el egoísmo hace que cada vez el hombre se cierre más en sí mismo buscando sus propios
intereses y olvidándose de los otros. Gesto elocuente porque el hombre de hoy
no quiere amar porque no quiere exponer su corazón al sufrimiento. Gesto elocuente
para nosotros que vivimos en el mundo de las apariencias y las hipocresías y
nos cuesta mostrarnos tal y como somos ya no sólo ante los hombres sino incluso
ante Dios escondiéndonos de su presencia. Gesto elocuente pues el hombre de hoy
que se cree fuerte y capaz de todo y tiene miedo a mostrar su debilidad y
fragilidad. Gesto elocuente porque el hombre de hoy se resiste a amar a Dios
con todo su corazón, con toda su mente, con todas sus fuerzas.
Virgen
Santísima,
Agradeciendo
tu amor por nosotros
que
te llevó a ofrecer junto con tu Hijo por la salvación del mundo,
queremos
recibir tu corazón que hoy nos ofreces en tu mano.
Queremos
conocerlo y así conocer el misterio de Dios que tú guardabas y meditabas.
Queremos
conocerlo y así imitarte en toda tu vida.
Queremos
conocerlo y así mejor ofrecer nuestra gratitud y consuelo.
Queremos
conocerlo y hallar en él nuestro
refugio.
Queremos
recibir tu corazón para que por tu poder vayas transformando el nuestro y como
el tuyo no haya sitio en él más que para Dios.
Queremos
recibir tu corazón para que tú misma nos des a conocer nuestro corazón, nos
enseñes a amar y darnos a los otros.
Así
lo deseamos y así lo pedimos. Amén.