miércoles, 21 de septiembre de 2016

NADIE DEBE DESESPERAR DE SU SALVACIÓN CON TAL QUE ABRACE UNA VIDA MEJOR. San Jerónimo



Homilía de maitines

21 de septiembre
San Mateo, Apóstol y evangelista
Forma Extraordinaria del Rito Romano

Homilía de san Jerónimo, presbítero
Libro I de los comentarios sobre san Mateo cap. 9
Los demás Evangelistas, por respeto a san Mateo y velando por su prestigio, se abstienen de designarle con su nombre usual y le llaman Leví; se le conoció, en efecto, por estos dos nombres. En cuanto a él, recordando las palabras de Salomón: “El justo es el primer acusador de sí mismo”, y estas otras “Confiesa tus pecados para justificarte”, se llama a sí mismo Mateo, y se declara publicano, para mostrar a los lectores que así como de publicano se transformó repentinamente en Apóstol nadie debe desesperar de su salvación con tal que abrace una vida mejor.

Sobre este punto, Porfirio y el emperador Juliano, pretenden resaltar  o la ignorancia de un historiador inexacto o la necedad de aquello que al momento siguieron al Salvador, acusándoles de haberse dejado conducir irreflexivamente por el llamamiento del primer advenedizo; no tienen en cuenta un hecho indubitable: la multitud de milagros y grandes prodigios que los apóstoles habían visto realizar a Jesucristo ante de creer en él. Por otra parte bastaba para sentirse atraído por él la sola contemplación del resplandor y majestad de la Divinidad que en él se escondía, peor que se dejaba traslucir en su semblante humano. Porque si se ha dicho que el imán y el ámbar tienen la propiedad de atraer los anillos de hierro y los fragmentos y briznas de paja, ¿con cuánta mayor fuerza podía el Señor de todas las cosas atraer a sí a los que llamaba?

Y sucedió que estando Jesús sentado a la mesa, en la casa, vinieron muchos publicanos y gentes de mala vida, que se pusieron a la mesa a comer con él. Veían que aquel publicano que había pasado del estado de pecado a una vida mejor, había sido admitido a la penitencia, lo cual les movía a nos desesperar de la propia salvación. Y no se acercaban a Jesús aferrados –según murmuraban los fariseos y los escribas- a sus antiguos vicios, sino haciendo penitencia, como lo dan a entender las siguientes palabras de Jesús: “Mas estimo la misericordia que el sacrificio. Porque los pecadores son y no los justos a quienes he venido yo a llamar.” Así, pues, Jesús iba a los convites de los pecadores, para tener ocasión de instruirles y de proporcionar alimentos espirituales a los que le invitaban.