sábado, 30 de abril de 2016

CORRESPONDER A LA GRACIA. VIRTUDES DE NUESTRA MADRE, LA VIRGEN MARÍA


CORRESPONDER A LA GRACIA
VIRTUDES DE NUESTRA MADRE, LA VIRGEN MARÍA
El día del bautismo como rito simbólico se impone al bautizado una vestidura blanca queriendo significar la obra que Dios realiza en su criatura –obra que externamente no se percibe- al recibir este sacramento.
Por el bautismo, se nos “perdona el pecado original, todos los pecados personales y todas las penas debidas al pecado” y se nos “hace participar de la vida divina trinitaria mediante la gracia santificante, la gracia de la justificación que incorpora a Cristo y a su Iglesia”, se nos  “hace participar del sacerdocio de Cristo” y miembros de su Cuerpo que nos une con los otros cristianos, se nos “otorga las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo,”
Podemos decir que somos criaturas nuevas, a semejanza del hombre nuevo que es Cristo. “Hemos sido sepultados con El por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.” Rm 6, 4
Por el bautismo se realiza en nosotros la justificación: “Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados), y con Él nos resucitó, y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús, a fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de su gracia por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios.” Ef 2, 4-8
“La justificación es la obra más excelente del amor de Dios” –porque nos muestra la magnanimidad de su misericordia al restablecer lo que por el pecado de nuestros primeros padres se había roto-. “Es la acción misericordiosa y gratuita de Dios, que borra nuestros pecados, y nos hace justos y santos en todo nuestro ser.” La misma vida de Dios se nos comunica y Dios mismo comienza a habitar en nosotros. Es la vida de la gracia, la vida de Dios en nosotros. Algo que supera toda expectativa humana y nuestro mismo entendimiento. Dios mismo me da su vida y vive en mí.
Pero tristemente, ante ese milagro de la misericordia de Dios, somos muchas veces inconscientes. Como no se puede ver ni tocar, como no es algo material, no lo valoramos suficientemente… ¿Cuántas veces hemos perdido la vida de la gracia recibida en nuestro bautismo? ¿Cuántas veces hemos manchado y roto la vestidura blanca de nuestro bautismo? Como Adán y Eva, también nosotros hemos querido ser los dioses de nuestra vida, desobedeciendo los mandatos de Dios y hemos perdido la gracia… Es cierto, que a diferencia de ellos, nosotros tenemos la oportunidad de recuperarla por el sacramento de la confesión… Pero incluso eso, no lleva a abusar de la misericordia divina, no dando la importancia que tiene a la gracia y no viendo las consecuencias terribles del pecado. ¿Cómo son nuestros propósitos de enmienda? Tantas veces fugaces, duran el momento de salir del confesionario, y al contrario de los santos cuya máxima era “ANTES MORIR, QUE PECAR”, nosotros ya estamos en disposición de volver a caer…
Pensemos cuántas gracias, cuántos dones, cuántas oportunidades nos concede Dios para crecer y aumentar la gracia en nosotros… Y, ¿cómo respondemos? Tantas veces con pereza, dejadez, desidia, acedia… Tantas veces despreciamos las gracias divinas haciéndonos merecedores del rechazo de Dios…. Pensemos cuántas oraciones, cuantas comuniones, confesiones, obras de misericordia, nuestras mismas obligaciones han quedado infructuosas en nosotros por falta de intención, de disposición, de atención…. ¿Cuántas gracias hemos dejado de ganar y de multiplicar las que ya teníamos por nuestra falta de devoción y atención? Es terrible, que habiendo recibido un tesoro tan grande, no lo valoremos y lo desperdiciemos así….
Al contemplar a la Virgen María, la vemos llena de gracia. Ella recibió toda la gracia que una criatura humana puede recibir… pero eso no la llevó a la comodidad espiritual o la inactividad… Ella corresponde a la gracia con todas las potencias de su alma, con todo su corazón con toda su mente, con todas sus fuerzas… Y la gracia en María se multiplicaba… Llena de gracia siempre pero siempre crecía el caudal como el río que recibe las aguas de la lluvia… Colmada hasta rebosar de la vida de Dios en ella, pero siempre ensanchándose para recibir más y más… Pensemos en la Virgen, en tantos santos de los que conocemos sus vidas… siempre en esa actitud de vigilancia y de correspondencia a Dios. Pues en la vida espiritual o se crece o se disminuye, no hay estado neutro… En la vida de la gracia, dice san León Magno: “El no trabajar y aumentar, es perder y retroceder.” Y san Agustín afirma: “El que en este trabajo dice basta, está perdido.” ¡Cuántas veces ponemos a Dios los límites de acción en nosotros! Hasta aquí, y no más…. Esto sí, pero ya más, no….
Contemplemos a María Santísima, recibe la gracia y corresponde a ella, sin condicionamiento a la acción de Dios, sin resistencia, sin vacilaciones, sin miedos a perder su “yo” pues bien sabía que solo en Dios se hallaría…
La Virgen María es la imagen perfecta de Dios en cuánto una criatura puede llegar a serlo porque su apertura a la acción de Dios fue total. A ella, se le puede aplicar las palabras de san Pablo: Vivo yo, pero no soy yo el que vive, sino Cristo el que vive en mí.” La vida de la gracia que Dios nos da busca hacernos imagen y semejanza suya… Ya los somos, pero con nuestra correspondencia dejamos a Dios que vaya perfilando y matizando esa imagen en nosotros… como el escultor que en un tronco de madera va devastando y trabajando para sacar de ella una imagen… al principio de forma más basta para llegar al trabajo delicado de marcar las líneas de los rasgos… También así en la vida espiritual, desterrando primero lo abrupto de nuestros pecados y vicios, para después hacernos crecer en las virtudes…
Acudamos a María, que ella como Madre y Maestra, nos enseñe a valorar en su justo puesto la vida del alma y nos ayude con su intercesión a responder siempre a las gracias divinas. Que así sea.