CUARTO DOMINGO
LOS 7 DOMINGOS DE SAN JOSÉ
CON EL REZO
DE SUS DOLORES Y GOZOS
Por la señal...
Salutación al Santo Patriarca
¡Dios te salve, oh José, esposo de María, lleno de gracia!
Jesús y su Madre están contigo:
bendito tú eres entre todos los hombres
y bendito es Jesús, el Hijo de María.
San José, ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
***
Puede leerse la meditación propuesta para cada uno de los domingos. Y se termina con el ejercicio de los Dolores y Gozos de san José.
CUARTO DOMINGO
Matrimonio de San José. Fue verdadero y virginal.
De la obra "VIDA DEL GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ" de d. Antonio Casimiro Magnat
¿Cómo fue llamado José a ser uno de los pretendientes a la mano de María?
Cuando la joven María llegó a la edad de catorce años, los sacerdotes a cuya vista fue educada en el templo mismo pensaron darle un esposo; más se hallaron en un gran embarazo: por una parte, habiéndose hecho admirable la joven. María por sus aventajadas cualidades y excelsas virtudes, era indispensable que la elección fuera digna de ella, y que tuviera lugar, además, en su propia familia, porque la ley así lo prescribía: por otra, María había hecho voto de virginidad, y era necesario conciliar el debido respeto a las promesas hechas a Dios, con la prescripción Mosaica que exigía el casamiento a todas las doncellas de Israel. Después de un maduro examen, los sacerdotes, para conciliarlo todo, resolvieron el dar a María por esposo a alguno de sus parientes que pudiera ser el más fiel custodio de su inmaculado y virginal candor. Para mejor hacer la elección, decidieron que todos aquellos a quienes la ley deba derecho de obtener la mano de la divina doncella, fuesen convocados al templo. José, como descendiente de la casa de David, y como pariente de María fue comprendido entre los pretendientes. La orden de los sacerdotes fue ejecutada, y José, sea por obediencia, sea que su humildad le persuadiese que era imposible que la elección recayese en él, fue al templo; pero los pretendientes, atraídos por la reputación de la joven María, fueron tan numerosos, que la elección fue para los sacerdotes, si no imposible, al menos difícil.
¿Cómo fue visiblemente designado José a los sacerdotes, para ser esposo de María?
Hallándose los sacerdotes embarazados para la elección, a consecuencia de los numerosos pretendientes, recurrieron a la oración, y el cielo les respondió con una inspiración: este decía, que todos los jóvenes debían tener en su mano varas secas, y aquel cuya vara floreciese sería elegido. La orden fue ejecutada, y puestos todos en oración, la vara de José floreció en sus manos, y una blanca paloma vino a colocarse sobre su cabeza. Convencidos por este milagro de los designios de Dios sobre San José, los sacerdotes enviaron a buscar a la joven María, que sólo consintió en este enlace por obediencia: la notica del milagro debió causar en ella una grande alegría, porque pensó que ya que el cielo la enviaba tan visiblemente a José por esposo, el cielo sabría inspirar respeto a su voto de virginidad, y hacerle solamente un custodio y un apoyo para ella.
Los sacerdotes procedieron en seguida a la ceremonia, que se hizo conforme la ley exigía, y según la costumbre de la nación. José puso un anillo en el dedo de la joven virgen, como prenda de la fidelidad conyugal que le prometía, recibiendo una recíproca promesa en la aceptación que ella hizo.
¿Qué juicio formaremos del anillo que San José dio a María, con motivo de su casamiento?
La iglesia nada ha decidido respecto de esta preciosa reliquia. Diremos tan solo que ciertos autores, cuya autoridad debemos respetar, dicen que San José puso en el dedo de María un anillo formado de una piedra de amatista símbolo de la fidelidad virginal; que este anillo existe aún, y se conserva cuidadosamente en Pelusa, de Italia, en la Basílica de San Lorenzo, siendo de tal antigüedad, que impide discernir de que materia sea. Benedicto XIV, exponiendo en uno de sus escritos el origen de la fiesta de los desposorios de San José con María habla también de este anillo, que se conserva en Perusa como el que fue entregado a María por San José en el momento que la tomo por esposa, y decidir nada acerca de esta tradición, levanta con fuerza su voz contra la crítica amarga de un protestante que condena orgullosamente la devoción del pueblo a esta reliquia.
El Papa Urbano VIII compara este anillo a un doble arco iris que rodea a Perusa haciendo de ella un fuerte baluarte para defenderla de los peligros y del furor del infierno.
¿Qué más se dice de este anillo nupcial?
El anillo dado por San José a la Augusta María, prenda preciosa de la alianza mas afortunada, fue traído en el siglo XI a Italia por un judío de Jerusalén, que le dio con otras alhajas a la condesa Judith, esposa de poderoso señor llamado Hugo. El judío entregó el anillo de María con las otras alhajas a Bainier de Clusium, intendente de la condesa: mas éste no entregó esta reliquia a Judith, guardándola como un objeto precioso, pero sin honrarla con la reverencia debida. Diez años después, su hijo único le fue arrebatado por una enfermedad repentina; y cuando le iban a bajar al sepulcro, despertándose como de un profundo letargo, en medio de la multitud admirada, se levanta, descubre la falta cometida por su padre, revelando la existencia del tesoro, y al concluir su relato, se envuelve en el lienzo mortuorio, y se duerme el sueño de la muerte. El desgraciado Bainier, fuera de sí mismo, confiesa su crimen, entrega el sagrado depósito, que con este suceso se granjeó la veneración de los fieles. Algunos años después, se dice que una princesa de sangre real llamada Valdrade, tuvo la temeridad de probarse el anillo bendito de la Santísima Virgen, y al retirarle de su dedo se le seco éste, siendo inútiles todos los remedios para curarle, algún tiempo después, el anillo nupcial de San José pasó al poder de los habitantes de Perusa, a cuya ciudad fue en fin, otorgado solemnemente por el Papa Urbano VIII, en el año de 1486, después de largos y terribles debates que para ello mediaron.
¿Se puede decir que fue un verdadero matrimonio el de José y María?
Aunque San José y la Augusta María hicieron voto de perpetua virginidad, no es menos cierto que hubo entre ellos un verdadero matrimonio. En efecto, se dice en las santas Escrituras, que José era el esposo de María, de quien nació Jesucristo; luego es evidente que por estas palabras ha querido revelarnos el Espíritu Santo, y en efecto nos revela, que hubo un perfecto casamiento entre José y María. Todos los teólogos, dice Suarez, expresan que esta verdad es de fe, y la Iglesia, la enseña como tal, lo mismo que todos los doctores (1). Luego debemos creer y podemos decir con toda certidumbre, que la unión de José y de María ha sido un verdadero matrimonio, y por consiguiente que estos dos esposos se pertenecían mutuamente el uno al otro. Sin embargo, digamos que este matrimonio ha sido virginal en la promesa, virginal en el amor, virginal en la paternidad.
(1) La doctrina de la Iglesia, respecto de la certeza de este matrimonio verdadero, es tan terminante y formal, que ha querido instituir una fiesta para perpetuar la conmemoración. Establecida desde luego en la Iglesia de Chartres, en Francia, al principio del siglo decimo quinto, esta fiesta fue después autorizada por algunas órdenes religiosas, y particularmente en la de los franciscanos y dominicos, y poco después en los Estados de la Iglesia y en algunas otras provincias. Los dominicos fueron los que añadieron un oficio nuevo, y obtuvieron permiso del Papa Paulo III, que se celebrase con mucha solemnidad, y fijándola el 23 de Enero, en cuyo día se celebra aún en casi toda la Iglesia.
¿Cómo fue virginal en la promesa este casamiento?
Puesto que, según nos ha revelado el Espíritu Santo y nos enseña la Iglesia, el casamiento de san José y de María ha sido muy verdadero, se sigue que estos dos santos esposos se han pertenecido verdaderamente el uno al otro, por consecuencia. María pertenece a José y José a la divina María. ¿Pero cómo se han entregado el uno al otro? “Aquí es donde, exclama San Agustín, debemos admirar el triunfo de la pureza, en la certidumbre de este matrimonio. José y María se entregaron mutuamente, es cierto, mas se dieron su virginidad, y se concedieron un mutuo derecho de guardársela el uno al otro, luego María tuvo el derecho de guardar la virginidad de José, y José el de guardar la de María; ni el uno ni el otro puede disponer de ella, y toda la virginidad de este casamiento consiste en guardar su santa virginidad; he aquí las promesas que les unieron, he aquí el tratado que les enlazó: son dos virginidades que se enlazan para conservarse mutuamente el uno y el otro por una correspondencia de deseos púdicos.” Tal es el nudo de este matrimonio, dice San Agustín, que es tanto más firme cuanto las promesas que en ella se hacen, deben ser más inviolables, porque son más santas.
¿Cómo fue virginal en el amor el matrimonio de San José?
Es una verdad conocida que cuanto más puro es el amor y más espiritual y deprendido de la materia, es tanto más fuerte y más vehemente; porque el fuego de la concupiscencia encendido en nuestros cuerpos, no puede igualar jamás a los ardores de los espíritus unidos por el amor de la pureza. Y por tanto, ¿hay alguien que pueda decir cuál fue el amor conyugal de José y María? Porque en ninguna parte ha sido este amor espiritual tan perfecto como en este santo matrimonio. En esta unión, el amor es santo, espiritual y celeste pues todas sus llamas y todos sus deseos tienden a conservar la virginidad. José ama a María sobre todo lo que decirse puede, pero lejos de nosotros el pensar que el objeto de su amor eran los dones de la naturaleza con que María se hallaba adornada; o, en otros términos, la belleza mortal que la hermoseaba; no, lo que José amó en María, era la belleza oculta e interior, cuya virginidad forma el principal adorno. Era pues, la pureza de María, el objeto de amor de José y cuanto más amaba a esta pureza, más quería conservarla, primero en su santa esposa y después en sí mismo, por una perfecta conformidad del corazón. Y así, tan verdad ha sido el decir que las promesas de José han sido puras, como que su amor a María fue divino y enteramente virginal.
¿Cómo fue virginal en la paternidad el amor de San José?
La Iglesia nos enseña, que es artículo de fe, que ha habido un verdadero matrimonio entre José y María. Es también un artículo de nuestras creencias, que María ha sido la madre de Nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios, hecho hombre, y que Dios es su Padre. Además, nos dice un piadoso autor. ¿Por qué ha querido el hijo de Dios encarnar en las purísimas entrañas de la augusta María? Pues ha sido, y este es el parecer de todos los santos Padres, a causa de la virginidad de aquella santa criatura. Es pues, la virginidad de María la que ha sacado a Jesucristo del cielo para presentarle en la tierra; Jesucristo es, la flor sagrada que encerró la virginidad, el fruto, el adorno, el precio, Jesús es la recompensa de la santa virginidad”. Luego debemos concluir con Bossuet, “que así como todos debemos creer que es la virginidad de María la que la hace fecunda, no debemos temer el afirmar, que José tuvo parte en este gran milagro.” En efecto, si esta pureza angélica es el bien de la divina María, es el depósito mejor, es el bien del justo José, su casto esposo, porque María pertenece a José por su matrimonio y por los castos cuidados con que la ha conservado; así pues, teniendo José tanta parte en la virginidad de María, así también la tiene en el fruto que llevó la misma por cuya causa Jesús es hijo de José, no verdaderamente según la carne, sino según el espíritu, por la alianza virginal que tuvo con la madre: por lo cual diremos con razón que el matrimonio de José fue virginal respecto de la paternidad.
¿Qué consecuencia legítima se podrá deducir del verdadero matrimonio entre José y María?
Si la unión entre José y María ha sido un verdadero matrimonio, podemos deducir dos consecuencias muy gloriosas para el santo Patriarca. La primera es que san José, desde su nacimiento, ha debido hallarse colmado de gracias y méritos: y en efecto, si María ha sido saludada llena de gracia, y si de sus castas entrañas debía nacer el autor de ella, ¿no es evidente que san José ha debido estar colmado de gracia? La segunda es, que san José ha debido ser y fue siempre virgen; si María en efecto, no obstante su maternidad, no ha cesado jamás de ser virgen; si además su virginidad atrajo a Jesucristo a sus castísimas entrañas: si el Salvador ha amado a san Juan con un amor de predilección y le confió su santa madre, porque era virgen, ¿no debemos concluir también y creer, en contra de lo que ciertos autores dicen, que San José siempre fue virgen? Sí podemos decirlo, porque el cielo le ha escogido para ser el custodio de la virginidad de María y el padre adoptivo de Jesús.
DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSÉ
1° DOLOR Y GOZO.
Ignorando el misterio de la encarnación, quiere José abandonar a María su
esposa embarazada: ¡qué dolor! Mas un ángel le revela que María ha concebido
por obra del Espíritu Santo: ¡qué gozo!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
2° DOLOR Y GOZO.
Nace Jesús en suma pobreza: ¡qué dolor! Mas le ve adorado de los ángeles,
pastores y reyes: ¡qué gozo!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
3° DOLOR Y GOZO.
Derrama Jesús sangre en su circuncisión: ¡qué dolor! Mas oye de boca del ángel
que se llamará Jesús y salvará a su pueblo: ¡qué gozo!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
4° DOLOR Y GOZO.
Profetiza Simeón la Pasión de Jesús: ¡qué dolor! Pero anuncia sus frutos y su
gloria: ¡qué gozo!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
5° DOLOR Y GOZO.
Huye de noche precipitadamente a Egipto por salvar a Jesús y María: ¡qué dolor!
Mas caen los ídolos de Egipto y Jesús queda libre del furor de Herodes:
¡qué gozo!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
6° DOLOR Y GOZO
Ha de volver a Judea, donde reina Arquelao, no menos cruel que su padre Herodes: ¡qué dolor! Mas el ángel le disipa toda inquietud: ¡qué gozo!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
7° DOLOR Y GOZO
Pierde tres
días a Jesús: ¡qué dolor! Mas le halla en el templo asombrando a los doctores
con la sabiduría de sus preguntas y respuestas: ¡qué gozo!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Para finalizar, añádase:
ANTÍFONA. Este es el
siervo fiel y prudente a quien el Señor constituyó sobre su familia.
V/. Ruega por nosotros, glorioso san José.
R/. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo
Oremos: OH Dios, que en tu inefable providencia, te has dignado elegir a san
José por esposo de tu santísima Madre; te pedimos nos concedas que, venerándolo
como protector en la tierra, merezcamos tenerle como intercesor en el cielo.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Por el santo Padre, por su persona e intenciones para ganar las indulgencias concedidas a esta devoción.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
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Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, en vos descanse en paz el alma mía.
***
Ave María purísima, sin pecado concebida.
***
¿En qué consiste esta devoción y que indulgencias tiene? Consiste en hacer memoria de los 7 dolores y gozos de san José, con su Padrenuestro, avemaría y gloria en cada uno de ellos, durante 7 domingos consecutivos. Puede hacerse en cualquier época del año, pero habitualmente se realiza como preparación a la fiesta del Santo del 19 de marzo, comenzando 7 domingos antes de la fiesta.
La Iglesia ha concedido Indulgencias a esta devoción:
¾ 1ª 300 días de indulgencia cada domingo, rezando durante siete domingos consecutivos en el curso del año, a elección de los fieles, los siete gozos y siete dolores de san José, y el séptimo domingo se puede ganar además una indulgencia plenaria. (Gregorio XVI, 22 de enero de 1836).
¾ 2ª Indulgencia plenaria en cada domingo, aplicable a las almas del purgatorio. Los que no saben leer o no tienen la deprecación de los siete dolores y gozos, pueden ganar esta indulgencia rezando en los siete domingos siete Padrenuestros con Avemaría y Glorias. (Pio IX, 1 de febrero y 22 de marzo de 1847).
Para ganar tan preciosas indulgencias, son condiciones precisas para cada domingo:
1. Confesar, comulgar y orar un rato a la intención del Papa. Una confesión sirve para lucrar varias indulgencias plenarias en días distintos en el margen de 8 días antes o después de la confesión. Por cada una de indulgencia plenarias que se quieran lucrar es necesario cumplir la obra prescrita, la comunión y el rezo por el Papa.
2. Rezar o hacer el ejercicio de los siete dolores y gozos de san José. Al menos, 7 padrenuestros, avemarías y glorias, en honor de ellos.
3. Que los siete domingos sean consecutivos, porque si hubiese interrupción, aunque fuera involuntaria, debería empezarse de nuevo.
Aunque no se requiere para ganar las indulgencias la meditación o consideración detenida y amplia acerca de la vida, virtudes, dolores y gozos del Santo Patriarca, es buena ocasión para para conocerle mejor y así amarle más, detenerse en la contemplación de los misterios de la vida de san José.
No dudes, devoto josefino, que según sea tu confianza, será el despacho de tus ruegos. Espera mucho, espéralo todo de la intercesión poderosa de san José, y verás grandes cosas.
Pruébalo y lo verás por experiencia.