EL ARDOR DEL PREDICADOR
Hasta los predicadores van ordenando sus
sermones para no descontentar. Buena intención tendrán y la obra será buena;
mas ¡así se enmiendan pocos!
¿Por qué son tan pocos los que por los
sermones dejan los vicios públicos? ¿Sabe qué me parece? Porque tienen mucho
seso los que los predican. No están si él, con el gran fuego de amor de Dios,
como estaban los Apóstoles, y así calienta poco esta llama. No digo yo que sea
tan grande como la que en ellos ardía, mas quisiera que fuese mayor de la que
veo (V 16, 7; CN 6).