DÍA 4º MARÍA, LA MUJER SIN PECADO
MEDITACION. De la Catequesis de Juan
Pablo II (29-V-96)
La
absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por
tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de
pecado, ya desde el inicio de su vida.
Era
conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no
conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.
El
pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor
y su fiel colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente
santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y
María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador,
que la preservó del pecado.
ORACIÓN CONCLUSIVA (Juan Pablo II, 2004)
A
ti, Virgen inmaculada, predestinada por Dios
sobre
toda otra criatura como abogada de gracia
y
modelo de santidad para su pueblo,
te
renuevo hoy, de modo especial, mi
consagración personal.
Guía
tú a sus hijos en la peregrinación de la fe,
haciéndolos
cada vez más obedientes y fieles a la palabra de Dios.
Acompaña
tú a todos los cristianos
por
el camino de la conversión y de la santidad,
en
la lucha contra el pecado y en la búsqueda de la verdadera belleza,
que
es siempre huella y reflejo de la Belleza divina.
Obtén
tú, una vez más, paz y salvación para todas las gentes.
El
Padre eterno, que te escogió para ser la Madre inmaculada del Redentor, renueve
también en nuestro tiempo, por medio de ti,
las
maravillas de su amor misericordioso. Amén.
(pida
cada uno la gracia que desea alcanzar en esta novena)
Tras un breve silencio, se puede concluir con
el rezo de tres avemarías, con alguna oración popular a la Inmaculada como Bendita sea tu pureza o el canto de la
Salve.