27 de diciembre
Del glorioso San Juan Evangelista.
MEDITACIONES DIARIAS
DE LOS MISTERIOS
DE NUESTRA SANTA FE,
por el P. Alonso de Andrade,
DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS.
ORACIÓN PARA COMENZAR
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Señor mío y Dios mío: creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda: interceded por mí.
27 de diciembre
MEDITACIÓN
Del glorioso San Juan Evangelista.
PUNTO PRIMERO. Para este día tienes por meditación la vida y virtudes del glorioso San Juan Evangelista, apóstol, evangelista, doctor, virgen y mártir de Cristo, y entre todos los apóstoles el amado del Señor, a quien reveló sus más altos y ocultos misterios, y le dio por madre a su Santísima Madre, encomendándosela desde la Cruz: lo primero considera la dignidad tan alta y los oficios tan grandes y soberanos para que Dios escogió a este santo apóstol, y la gracia que le dio para ellos, y el cobro que dio de tantos y tan altos ministerios, porque Dios pone en una balanza el oficio y en otra la gracia para ejercitarle: de lo cual has de sacar un grande esfuerzo para lo que Dios nuestro Señor te mandare, y una grande confianza de que te dará fuerzas y espíritu para las empresas en que te pusiere por arduas que sean: gózate de las prerrogativas que tuvo San Juan; dale gracias al Señor por las grandes mercedes que le hizo, y pídele afectuosamente que te haga participante de sus gracias .
PUNTO II. Considera cómo San Juan se dispuso con la gracia de Dios para merecer de su parte las mercedes que le hizo, correspondiendo a ellas con altísimas virtudes y santidad de vida. Pondera y medita la prontitud y presteza con que obedeció a la voz de Dios cuando le llamó al apostolado, dejando al padre y a la madre y cuanto tenía en el siglo, y haciéndose pobre por Cristo; la pureza de su vida guardando virginidad perpetuamente, la mortificación de las pasiones, la obediencia y rendimiento de su voluntad a la de Cristo, sin tener más querer o no querer que el suyo, el fuego de amor divino que ardía en su pecho, por el cual mereció ser amado singularísimamente del Señor, la devoción tan cordial que tuvo toda la vida a la Santísima Virgen, el celo de las almas de sus prójimos, el que tuvo de la gloria y honra de Dios, por el cual ofreció con alegría la vida, faltando, como dice San Jerónimo, antes el martirio a la voluntad que la voluntad al martirio: de todo lo cual has de sacar afectos de estima y devoción singular con este santo apóstol, y también deseos de imitar sus virtudes, y de corresponder a la gracia y vocación de Dios, haciéndote digno de recibir sus mercedes y ser favorecido por él.
PUNTO III. Considera cómo Cristo le recostó la noche de la Cena sobre su propio pecho, y la luz que allí le comunicó para conocer, escribir y predicar sus misterios, y el fuego de amor divino que encendió en su alma, sin envidia de los otros apóstoles, y cómo no se envaneció con estos favores tan singulares, sino que antes se humilló más y guardó inviolable secreto, hasta que Dios le mandó publicarlos; y últimamente, pondera que no fue como los validos del mundo, que todo su poder emplean en sus adelantamientos, sino que este glorioso apóstol empleó todos los favores de Dios en servicio de sus prójimos, enseñándolos, alumbrándolos y encaminándolos al cielo, y alcanzándoles grandes mercedes del Señor; en que tienes grande enseñanza para tu vida y costumbres: lo primero aprendiendo de San Juan a unirte con Dios, si quieres alcanzar la luz y conocimiento de su ministerio; lo segundo a no envanecerte con sus favores, sino a humillarte más con ellos, como él se humilló; lo tercero a no tener envidia de las medras de tus prójimos, como no la tuvieron de San Juan los apóstoles; lo cuarto a emplear tus valimientos en el aprovechamiento de tus prójimos como el santo empleó los suyos. Levanta el corazón a Dios, y pídele por los merecimientos de su apóstol que te de un destello de la gracia de Dios para seguir sus pisadas, y emplearte en su servicio y provecho de tus prójimos.
PUNTO IV. Considera la dignidad a que levantó Cristo a San Juan cuando en la hora de su muerte le dijo a su Santísima Madre, que le tuviese por hijo, y a él, que la tuviese por su Madre, y desde aquella hora la recibió por suya, y la sirvió, y asistió siempre, que fue una prerrogativa singular, merecida por sus altas virtudes. Pondera cuán agradecido quedaría San Juan a Cristo por esta merced; y aprende tú a agradecerle las que recibes de su mano: mira el recogimiento con que se ofrecería a la Beatísima Virgen María Señora nuestra, no por su hijo, sino por su esclavo, para servirla eternamente: considera la benignidad y саriño con que le recibiría la Reina del cielo, el amor que le mostraría, y el que ardería en el pecho de San Juan para con la Virgen, las palabras tan humildes y corteses y de tanta devoción y ternura que se dirían los dos en aquella ocasión, y cómo crecería en santidad con la frecuente conversación de María Santísima, y el afecto con que la sirvió todo el resto de su vida, hasta pasar lleno de merecimientos al cielo; y anímate con su ejemplo a tener por Madre y Señora a esta Señora, teniendo por dichas a ti aquellas palabras del Redentor: Ecce Mater tua, veis ahí a tu Madre, y recíbela como San Juan desde esta ahora por tuya, y dile postrado a sus pies: Yo, Señora, no merezco ser vuestro esclavo, ni servir a los esclavos de vuestra casa; mas por vuestra grande piedad os pido y suplico, que me recibáis por siervo vuestro, aunque yo no lo merezca: no miréis a mi indignidad, sino a vuestra piedad y grandeza, y recibid a este pobre huérfano y mendigo que pide limosna a vuestras puertas: extended la mano de vuestra misericordia, cubridme con vuestro manto, y quede yo en vuestra casa para serviros eternamente, como lo confió y espero de vuestra grande bondad, así por vuestros méritos, como por los del glorioso San Juan, a quien pongo por intercesor en vuestro acatamiento.
ORACIÓN PARA TERMINAR TODOS LOS DÍAS
Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación. Te pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda: interceded por mí.
Ofrecimiento diario de obras
Ven Espíritu Santo
inflama nuestros corazones
en las ansias redentoras del Corazón de Cristo
para que ofrezcamos de veras
nuestras personas y obras
en unión con Él
por la redención del mundo
Señor mío y Dios mío Jesucristo
Por el Corazón Inmaculado de María
me consagro a tu Corazón
y me ofrezco contigo al Padre
en tu Santo Sacrificio del altar
con mi oración y mi trabajo
sufrimientos y alegrías de hoy
en reparación de nuestros pecados
y para que venga a nosotros tu Reino.
Te pido en especial
Por el Papa y sus intenciones,
Por nuestro Obispo y sus intenciones,
Por nuestro Párroco y sus intenciones.