III domingo de Adviento.
De la embajada que enviaron los príncipes de los sacerdotes de Jerusalén a San Juan Bautista (Jn. 1,20.)
MEDITACIONES DIARIAS
DE LOS MISTERIOS
DE NUESTRA SANTA FE,
por el P. Alonso de Andrade,
DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS.
ORACIÓN PARA COMENZAR
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Señor mío y Dios mío: creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda: interceded por mí.
MEDITACIÓN
III domingo de Adviento.
De la embajada que enviaron los príncipes de los sacerdotes de Jerusalén a San Juan Bautista (Jn. 1,20.)
Refiere el Evangelio, que movido el senado de Jerusalén del crédito y opinión que había alcanzado San Juan por medio de su vida y predicación, le enviaron a preguntar si era el Mesías que esperaban, y él respondió que no era el Mesías, ni Elías, ni alguno de los profetas, sino la voz de Dios que clamaba en el desierto, avisando a todos que preparasen el camino para el Señor, como lo había profetizado Isaías.
PUNTO PRIMERO. Considera el crédito que da la virtud a los que la tienen, y la honra que acarrea a los buenos, pues hasta sus mayores enemigos los honran y estiman tanto por ella como el senado de Jerusalén a San Juan, a quien por su grande santidad tuvieron por Cristo y por Mesías que había venido a redimir al mundo. Pondera cuán engañados andan los hombres en buscar las honras vanas del siglo por medios humanos, las cuales son un poco de viento y se alcanzan con suma dificultad; y resuélvete firmísimamente a buscar la verdadera honra que se alcanza por medio de la virtud y santidad de vida, como la alcanzó San Juan Bautista.
PUNTO II. Considera que el demonio envidioso de la santidad de San Juan Bautista y del fruto que hacía con su predicación y enseñanza en las almas, urdió y trazó esta maraña para derribarle por vanidad, ofreciéndole la más alta dignidad que hubo en el mundo; y se puede creer, que si la admitiera, le calumniaran de vano y mentiroso y soberbio, pues se hacía Cristo y Mesías sin serlo; porque los sacerdotes que le hablaron de parte del senado, como doctos, sabían que San Juan era de la tribu de Leví, y que Cristo había de ser de la de Judá, y así no podía ser el Mesías: de lo cual debes sacar una luz grande para conocer y huir las astucias y lazos de Satanás, que siempre pretende tu ruina, y tener por enemigas a las honras del mundo y a las dignidades seculares que te ofreciere, conociendo que son cebo del demonio, para hacerte caer en el lazo de la soberbia y derribarte en el infierno.
PUNTO III. Considera la grande humildad de San Juan, y cuán firme estuvo en la verdad, pues con tantas veras y resolución respondió que no era Cristo, ni el Mesías, ni Elías, ni alguno de los profetas, pudiendo con verdad decir que lo era en el espíritu, en el sentido que Cristo lo dijo de él; antes se disminuyó, diciendo que era voz, y se hizo lenguas en alabanzas del Salvador: a donde tienes mucho que aprender y que imitar, así en el desprecio de las honras, como en el de ti mismo, aprendiendo a despreciarte a ti, y a honrar a todos, y hablar honoríficamente de ellos, como habló San Juan de Cristo.
PUNTO IV. Pondera cuán brevemente se trocaron estos embajadores, y se volvieron contra el Bautista, reprendiéndole y denostándole porque bautizaba no siendo Cristo, en que declararon que vinieron más movidos de envidia que de estimación; y conoce cuán poco hay que fiar de las honras que ofrecen los hombres, que todas son engañosas, falsas y tan breves, que apenas son cuando no son; y pide a Dios gracia para despreciar el mundo y buscar los bienes eternos y su santo servicio, en que, como está dicho, consiste la honra verdadera y la felicidad del alma, que nunca ha de tener fin.
ORACIÓN PARA TERMINAR TODOS LOS DÍAS
Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación. Te pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda: interceded por mí.
Ofrecimiento diario de obras
Ven Espíritu Santo
inflama nuestros corazones
en las ansias redentoras del Corazón de Cristo
para que ofrezcamos de veras
nuestras personas y obras
en unión con Él
por la redención del mundo
Señor mío y Dios mío Jesucristo
Por el Corazón Inmaculado de María
me consagro a tu Corazón
y me ofrezco contigo al Padre
en tu Santo Sacrificio del altar
con mi oración y mi trabajo
sufrimientos y alegrías de hoy
en reparación de nuestros pecados
y para que venga a nosotros tu Reino.
Te pido en especial
Por el Papa y sus intenciones,
Por nuestro Obispo y sus intenciones,
Por nuestro Párroco y sus intenciones.