domingo, 23 de noviembre de 2025

EVANGELIO DEL DOMINGO: SABED QUE ÉL ESTÁ CERCA, A LA PUERTA

  ÚLTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Rito Romano 1962
 
EVANGELIO

Continuación del Santo Evangelio según san Mateo. 

 Mateo 24, 15-35

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Cuando veáis la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel, erigida en el lugar santo (el que lee que entienda), entonces los que vivan en Judea huyan a los montes, el que esté en la azotea no baje a recoger nada en casa y el que esté en el campo no vuelva a recoger el manto. ¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días! Orad para que la huida no suceda en invierno o en sábado. Porque habrá una gran tribulación como jamás ha sucedido desde el principio del mundo hasta hoy, ni la volverá a haber. Y si no se acortan aquellos días, nadie podrá salvarse. Pero en atención a los elegidos se abreviarán aquellos días. Y si alguno entonces os dice: “El Mesías está aquí o allí”, no le creáis, porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, y harán signos y portentos para engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos. Os he prevenido. Si os dicen: “Está en el desierto”, no salgáis; “En los aposentos”, no les creáis. Pues como el relámpago aparece en el oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre. Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres. Inmediatamente después de la angustia de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna perderá su resplandor, las estrellas caerán del cielo y los astros se tambalearán. Entonces aparecerá en el cielo el signo del Hijo del hombre. Todas las razas del mundo harán duelo y verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Enviará a sus ángeles con un gran toque de trompeta y reunirán a sus elegidos de los cuatro vientos, de un extremo al otro del cielo. Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis todas estas cosas, sabed que él está cerca, a la puerta. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

 

 
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sábado, 22 de noviembre de 2025

23. EL SUFRAGAR A LAS ALMAS DEL PURGATORIO ES UNO DE LOS ACTOS MÁS HEROICOS DE CARIDAD

DÍA 23

EL SUFRAGAR A LAS ALMAS DEL PURGATORIO ES UNO DE LOS ACTOS MÁS HEROICOS DE CARIDAD

 

MES DE NOVIEMBRE

EN SUFRAGIO DE

LAS BENDITAS ALMAS

DEL PURGATORIO

Francisco Vitali

 Por la señal…

ORACIÓN INICIAL

Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.

Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio. Amén.

 

Se lee lo propio de cada día.

DÍA 23

MEDITACIÓN

El sufragar a las almas del Purgatorio es uno de los actos más heroicos de caridad

Entre las virtudes del cristianismo, la caridad es la mayor, dice San Pablo, y se ejercita en el grado más perfecto cuando se socorren las miserias de las almas del Purgatorio. Gran caridad es dar de comer al hambriento que desfallece, vestir al desnudo que se hiela de frío, visitar al enfermo que gime entre dolores. Mas el objeto de tal caridad es el cuerpo, mientras que el de los piadosos sufragios es el alma, y cuanto el alma excede al cuerpo en precio, tanto más excelente es la caridad hacia los muertos que hacia los vivos. No se pretende por eso con el ejercicio de la una excluir el de la otra, antes bien, el fin del cristiano debe ser unirlas a entrambas, con una mano socorrer al pobre y con la otra sufragar al Purgatorio; puesto que con la doble caridad se ayuda más copiosamente a unos y a otros y nos asemejamos más al Divino Autor de Nuestra Santísima Religión, Jesucristo. Esforcémonos, por tanto, en perfeccionar tan bella obra y alcanzaremos copiosas bendiciones de la tierra y del Cielo. Cuando nos decidimos a socorrer la indigencia de nuestros semejantes nos mueve por lo común un espíritu por naturaleza sensible y piadoso. La vista de una necesidad precedente hiere fuertemente nuestros sentidos y se apodera de nuestro corazón de tal manera que casi no está en nuestra facultad rehusar el socorro, involuntariamente brotan las lágrimas de nuestros ojos, la mano se mueve espontáneamente en su auxilio y cuanto más bien formado esté un corazón, tanto más se afecta por compasión sensible y por ternura. Pero cuando empleamos nuestra beneficencia para con el Purgatorio, no hay ningún objeto que esté bajo el dominio de los sentidos, nuestro ánimo está purificado de toda erosión terrena, nuestra caridad es del todo espiritual. Por lo mismo se acrecienta siempre su mérito, lo que nos debe estimular a practicarla con todo empeño. La caridad, en fin, tiene su orden y requiere que se provea ante todo a quien yace sumergido en las más graves miserias, a quien menos puede ayudarse por sí mismo, a quien está unido con nosotros con más estrechas relaciones y a quien está más adelantado y firme en la amistad de Dios. Pero, ¿qué miserias por grandes que sean en esta tierra pueden compararse con la más ligera pena del Purgatorio? ¿Quién más, que aquellas almas encerradas en aquella cárcel es incapaz de ayudarse, puesto que nada pueden merecer por sí misma? ¿En dónde se hallará quien tenga con nosotros mayores relaciones que ellas, siendo así que cuanto hay en la sociedad, en la Iglesia, en el orden de la naturaleza y de la gracia, nos liga a ellas con dobles vínculos? ¿Y quién finalmente puede sobrepujarlas en el carácter de la santidad y de la amistad con Dios, estando ya confirmadas en la gracia y en los dones del Señor? Todo, pues, concurre a dirigir nuestra caridad hacia ellas y a pesar de tan grande impulso que por todas partes recibimos, ¿permaneceremos perezosos e indolentes?, ¡Ah!, reanímese en nuestro corazón la caridad viva del cristianismo y hagamos sentir a aquellas almas los más copiosos efectos.

 

ORACIÓN

¡Oh eterna caridad de Dios, de quien se propaga toda caridad en el mundo!, ¡ah!, descienda sobre nuestros corazones una centella de tu divino fuego para hacer nuestra caridad verdaderamente perfecta, entonces tendremos más en consideración las miserias de los espíritus que las de los cuerpos, entonces nuestra caridad será purificada de todo afecto sensible y terreno, entonces conservará sus grados y la perfección de aquel orden que procede de ti y se convertirá como en un incendio de inextinguible amor en beneficio y alivio de los difuntos. ¡Oh caridad, caridad de Dios!, ¡ah!, inflama nuestros corazones y nuestro ardor sabrá entonces superar al del Purgatorio para hacer felices eternamente las almas sumergidas en aquellas voracísimas llamas. Amén. 

 

JACULATORIA

Eterno Padre, por la preciosísima sangre de Jesús, misericordia.

(x3)

V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.

R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.

V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.

R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.

V. Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellos la luz eterna.

R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.

 

Padre nuestro… (se recita en silencio)

 

V. Libra, Señor, sus almas.

R. De las penas del infierno.

V. Descansen en paz.

R. Amén.

V. Señor, escucha nuestra oración.

R. Y llegue a ti nuestro clamor.

 

Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, especialmente por las almas de nuestros familiares, amigos y bienhechores (pueden nombrarse por su nombre  propio), para que no las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

 

V. Dales, Señor, el descanso eterno.

R. Y brille para ellos luz perpetua.

V. Descansen en paz.

R. Amén.

23. EJEMPLOS DE DEVOCIÓN A LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO

Gran cuestión se suscitó un día entre dos insignes religiosos de la Orden de Predicadores, Bertrán y Benito, sobre cuál fuese acto más sublime de caridad, si emplearse en sufragar a los difuntos, o en convertir a los pecadores.

Sostenía Bertrán la parte de los pecadores diciendo: que el Verbo Divino había venido del cielo a la tierra expresamente a buscarlos, que están en continuo peligro de perderse eternamente, y que cooperar a su salud es lo mismo que cooperar a la grande obra de la redención divina; mientras que las almas del Purgatorio están ya en estado de seguridad, y si sufren tormentos, estos son temporales y en breve irán a gozar la gloria eterna del Paraíso.

A todo esto, replicaba Benito defendiendo la causa de las almas del Purgatorio, que después de su muerte el Redentor descendió a la prisión para librarlas de sus cadenas, y que, si los pecadores están ligados por las culpas, sus vínculos son voluntarios, y que pueden romperlos con la gracia de Dios cuando quieran, mientras las del Purgatorio están allí detenidas en atrocísimos tormentos, sin poderse ayudar de modo alguno.


Por lo cual, así como es más digno de ser socorrido un enfermo acosado de dolores, el cual do puede hacer uso de sus miembros para ayudarse, que un méndigo sano y robusto que por mera poltronería yace en el más asquerosa miseria, así debe preferirse siempre el socorro de las almas desoladas del Purgatorio, que la conversión de los pecadores; aunque la obra más perfecta será aquella que haga extensiva la caridad a las unas y a los otros.

Pero Bertrán fio cedía al peso de tan convincentes razones, por lo cual permitió el Señor que un alma del Purgatorio en una noche viniese a su encuentro con un enorme peso material y que se lo cargase sobre las espaldas, y así agobiándole le hiciese sufrir mucho, para que reconociese por experiencia aquella verdad que negaba raciocinando.

Después de esto cedió muy de veras a socorrer las almas de los difuntos con todo género de sufragios, y fue después tanto más devoto del Purgatorio, cuanto en lo pasado había sido poco solícito. No siempre permite Dios estos sucesos, más el hecho de Bertrán sea una instrucción útil para nosotros que nos enfervorice en la devoción y en el alivio de aquellas infelices prisioneras. Fr. Teodoric de Apol. lib. 3 de la vida de Santo Domingo c. 8.