Continuación
del Santo Evangelio según San Mateo 1, 18-21
María,
su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba
un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería
difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución,
se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no
temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu
Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a
su pueblo de sus pecados».
El
Líbano es un país evocador, cuna de civilizaciones, mosaico de razas, culturas
y creencias, y lazo de unión entre Oriente y Occidente. Geografía hosca y
habitantes pacíficos. País hospitalario y mártir. Modelo de convivencia,
convertido en teatro de sangre y destrucción.
Las
montañas del Líbano estuvieron pobladas, desde los primeros siglos del
cristianismo, por anacoretas y cenobitas, que creían en la primacía de la
contemplación y en la eficacia de la oración. Como San Charbel.
San
Charbel nació 1828 en Beka-Kafra, la aldea más alta del Líbano. Era hijo de
familia pobre y numerosa. Su padre, Antón, murió pronto, abrumado por los
impuestos con que les aplastaban los turcos, el país dominante. Su madre,
Brígida, luchó por sacar adelante a los hijos.
Charbel
había nacido en mayo, el mes de María. Con la leche materna, había mamado la
devoción a la Virgen. Sabía a María incorruptible, como los cedros del Líbano.
Sentía a María como algo propio de su tierra, como la esposa del Cantar de los
Cantares: "Ven del Líbano y serás coronada".
Las
montañas del Líbano estaban llenas de pequeños cenobios, grutas y lauras. Allí
habían vivido miles de monjes. Allí se santificó San Marón, fundador de los
maronitas. Allí se refugió Charbel para siempre, en el monasterio de Annaya,
alternando la larga oración y el duro trabajo, con una dedicación total,
siempre absorto en Dios.
Pero,
aunque dependiente de Annaya, no vivía en el monasterio, sino en una gruta
cercana, para saborear mejor aún la presencia de Dios, en la más absoluta
pobreza y soledad. Hay aspectos de su vida, más dignos de admiración que de
imitación, como sus extremosas penitencias, que "ponen espanto". Como
cuando van a verle sus familiares y no se deja ver.
Fue
ordenado sacerdote a los 31 años. Tuvo por maestros dos santos monjes, los
Padres Kafri y Hardini. Como ellos "vivía lo esencial, tenía sobre todo la
mirada fija en el Santísimo Sacramento, donde bebía, más que en los libros,
aquel fervor de su alma que comunicaba a todos los que le veían. Era un hombre
absorto en Dios, que se encarnaba cada mañana entre sus dedos. Su corazón se
esforzaba a lo largo del día por tener un deseo mejor y más ardiente de Dios.
Sus largas meditaciones antes y después de la Misa hacían más vivos sus deseos
de conocer más a Dios".
"Charbel
tenía mucho silencio en los ojos, cuando uno podía mirarlos de frente. Pero
sólo los levantaba ante el Sagrario, para que sólo Cristo los llenara e
imprimiera definitivamente en ellos su figura. El rincón que más amaba era la
capilla, donde, después de la lámpara que ardía ante el Santísimo, era el que
aseguraba la permanencia más larga y ardía con el amor más prolongado. Era
también un corazón mariano de primera línea. Su devoción a la Virgen llegaría a
ser casi legendaria".
Asistir
a su Misa era algo que no se podía olvidar. Sus gestos, su voz, hacían nacer en
el alma como una suave llamada al infinito, que fascinaba.
El
P. Charbel vivía ya más en el cielo que en la tierra. Esperaba el retorno del
Maestro que tardaba en volver. Aspiraba a ser repatriado definitivamente. Sobre
su corazón llevaba el peso de una ardiente espera.
El
24 de Diciembre de 1898 las frágiles ataduras de su cuerpo se soltaron y marchó
al paraíso. Había vivido intensamente los versos de Santa Teresa, "que
muero porque no muero". En su sepulcro se sucedieron fenómenos
prodigiosos.
De la disposición que debemos tener para que nazca Cristo
en nuestras almas por gracia.
MEDITACIONES DIARIAS
DE LOS MISTERIOS
DE NUESTRA SANTA FE,
por el P. Alonso de Andrade,
DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS.
ORACIÓN
PARA COMENZAR
Por
la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Señor
mío y Dios mío: creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te
adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para
hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José, mi padre
y señor, Ángel de mi guarda: interceded por mí.
MEDITACIÓN
De la disposición que debemos tener para que nazca Cristo
en nuestras almas por gracia.
PUNTO
PRIMERO.
Ponte delante de los ojos a la Beatísima Virgen y al glorioso San José en la
ciudad de Belén, entrada la noche , en el corazón del invierno, fatigados del
camino, buscando posada de puerta en puerta, sin hallar quien se la diese: haz
cuenta que llegan a tu casa a pedírtela a ti: contempla la dicha que llega a
tus puertas y que oyes aquellas palabras del Divino Esposo, que las dice a tu
alma (1): Ábreme, esposa mía, porque
mi cabeza está llena del sereno de la noche; y mira qué has de responderle, y
qué felicidad será la tuya si mereces recibir y tener a tal huésped en tu casa.
Abre las puertas de tu corazón y pídele con Abraham, que te haga esta gracia de
no pasar de largo sin honrar tu pobre casa, y descansar un rato en ella:
enciende la luz de la consideración, y escudriña todos los rincones de ella, y mira
si hallas algo que ofenda a la Divina Majestad o que estorbe la entrada, y
bárrela, y límpiala, y adórnala como conviene a tan grande Señor: pide a Dios
que envié sus ángeles para disponer la posada cual conviene a su Divina Majestad;
y a la Santísima Virgen María que disponga tu alma , como dispuso la suya, para
que merezcas recibirle: ruega al glorioso San José, que se digne de albergarse
en tu casa, ofreciéndole cuanto hay en ella ,tu alma, tu vida y tu corazón.
PUNTO
II.
Considera la excelencia del Señor que viene al mundo y ha de nacer en él, y
desea aposentarse en tu alma, y la disposición que en ella pide, que es lo
primero pureza de corazón, que desarraigues los vicios, y plantes las virtudes;
porque como es la suma pureza, no puede sufrir el mal olor de las costumbres
corrompidas de los pecados. Mete la mano en tu pecho, y mira los vicios que has
aposentado en él toda la vida, y cómo ha sido una sentina de pecados, y cuán
indigno eres de recibir a este Señor; destierra de ti los ídolos de tus
aficiones y deleites, riega con lágrimas el aposento adonde ha de entrar el
Señor, hiere tus pechos, y di con entrañable contrición: Señor, yo soy indigno
de que vuestra Majestad entre en mi pobre morada: mi casa ha sido una cueva de
leones y una sentina de vicios: a mí me pesa de todo corazón de haberos
ofendido, y os suplico que perdonéis mis ignorancias y flaquezas, y me deis
vuestra gracia, y hagáis digno de recibiros en mi alma.
PUNTO
III.
Considera cómo se dispuso la Santísima Virgen para recibir a éste Señor, y
procura tú imitarla para disponer tu alma; vuelve los ojos a las meditaciones
pasadas , y hallarás que la Reina del cielo se dispuso con pureza de cuerpo y alma,
con retiro del mundo, recogimiento y oración, con silencio, obediencia,
penitencia y mortificación, con humildad y desprecio de sí y aprecio de sus
prójimos, con mucha mansedumbre, paciencia y alteza de virtudes, las cuales te
conviene procurar y adquirir para ser digna posada del Señor. Las vulpejas tienen
cuevas y los pájaros nidos, dijo el Redentor (2), y el hijo del hombre no tiene adonde reclinar su cabeza. Las
vulpejas tienen sus cuevas en lo más retirado y seguro y los pájaros sus nidos
en los árboles y torres altas, labrándolos en lo interior con blandas plumas
para criar sus hijos, y en lo exterior guarneciéndolas con espinas para
defenderlos de las culebras y aves de rapiña: esta posada nos pide tácitamente
Cristo que le labremos en nuestras almas, retirándonos del bullicio del mundo a
lo seguro del recogimiento y la oración, y adornando nuestras almas en lo
interior con lo blando de la mansedumbre, piedad , misericordia y devoción en
lo exterior con lo áspero del silicio y ayuno y mortificación que nos defienda
de los enemigos infernales. Oh Señor, y quién supiera disponerse dignamente
para aposentaros en mi alma y tener estas pascuas con vos. Enviad vuestros ángeles
que me dispongan, y vuestra gracia y santidad que me haga digno de vos.
PUNTO
IV. Últimamente
considera las riquezas inestimables que interesa el que recibe a Cristo en su
casa, y la ceguedad del mundo en gastar tanto tiempo y cuidado en aposentar a
los poderosos de la tierra, y el olvido y descuido en aposentar al Rey de los
cielos; así que todo cuanto el mundo puede dar es frágil, mentiroso y perecedero;
y lo que da este Señor verdadero y eterno .Pondera, que entró el arca por tres
meses en casa de Obededon, y le hecho Dios su bendición a él y toda su
descendencia, y con ella un rico mayorazgo de riquezas espirituales y
temporales, y que entró Cristo Redentor nuestro en casa de Santa Isabel en las
entrañas de María Santísima, y la llenó toda del Espíritu Santo, santificando
al niño Juan en las entrañas de su madre; porque así como el sol baña de luz
los lugares adonde entra, así este sol divino baña de luces espirituales y de
riquezas inestimables a todos los que visita y le reciben dignamente; y pide al
Señor que te visite, y comunique alguna parte de los tesoros celestiales que
trae para enriquecer al mundo.
(1)
Cant. 5. (2) Mt. 8.
ORACIÓN
PARA TERMINAR TODOS LOS DÍAS
Te
doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones
que me has comunicado en esta meditación. Te pido ayuda para ponerlos por obra.
Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda:
interceded por mí.