COMENTARIO AL EVANGELIO
II domingo después de Epifanía
San Alfonso María de Ligorio
San Buenaventura llama a ésta Señora, la salud de quien la invoca: Salus invocatium.
Y en efecto; si se condenase un devoto verdadero de María, por ejemplo,
uno que quiere de corazón enmendarse, y se acoge con confianza a ésta
tierna Madre de los pecadores, esto sucedería, o porque María no puede
ayudarle, o porque no querría: pero esto no puede suceder, según dice
San Bernardo, siendo como es Madre de la omnipotencia y de la
misericordia; y esta es la causa de llamarse: “la Salud de quien la invoca”.
Valga por otros muchos el ejemplo de Santa María Egipciaca, que
hallándose en pecado después de haber tenido una vida disoluta, y
queriendo entrar en la iglesia de Jerusalén en donde se celebraba la
fiesta de la Santa Cruz, para hacerla volver en sí, el Señor permitió
que la iglesia que estaba abierta para todos, estuviese cerrada para
ella sola, porque queriendo entrar, se sintió repelida de una fuerza
invisible. Entonces ella se reconoció: retirábase afligida, y quiso su
dicha que hubiera encima del atrio del templo, una imagen de María
Santísima, a quien se encomendó de veras aquella infeliz pecadora,
prometiéndole mudar de vida. Éste propósito le dió fuerza para entrar en
el templo, y entonces cesó la dificultad de entrar que antes
encontraba: entra, se confiesa, sale luego, vase en derechura al
desierto inspirada y movida por Dios: y allí vivió cuarenta y siete
años, haciendo penitencia de sus pecados, hasta que murió y consiguió
ser santa.