domingo, 10 de enero de 2021

DE LA MORADA DE JESÚS EN NAZARET. San Alfonso María de Ligorio

Meditación de la morada de Jesús en Nazaret
MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Para los días de la octava de la epifanía

Meditación VI

De la morada de Jesús en Nazaret


Regresado que hubo san José a la Palestina, supo que Arquelao reinaba en la Judea en lugar de Herodes su padre; por lo que temió ir allá, y avisado en sueños marcho a Nazaret, y allí fijó su permanencia en una pobre casa.
¡Oh casita afortunada de Nazaret! Yo te saludo y te venero. Vendrá un tiempo en que serás visitada de los primeros príncipes de la tierra; hallándose los peregrinos en tu recinto no se saciarán de derramar lágrimas de ternura, al pensar que dentro de tus pobres paredes pasó cuasi toda su vida el Rey del paraíso. En esta casa habitó el Verbo encarnado el resto de su niñez y de su juventud. Y ¿cómo vivió? Vivió pobre y despreciado de los hombres, haciendo el oficio de simple muchacho, y obedeciendo a María y José: Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Lc 2, 51.
¡Oh Dios, qué ternura causa el considerar que en aquella pobre casa el Hijo de Dios vive de sirviente! Ahora va a tomar agua, luego abre y cierra el taller, después se ocupa en los ínfimos servicios de la limpieza y aseo del aposento unas veces recoge los fragmentos de madera para el fuego, y otras trabaja ayudando a José en sus labores.
¡Oh pasmo! ¡Ver a un Dios que obedece, un Dios que sirve de criado! ¡Oh pensamiento que debiera hacernos arder de un amor santo hacia un Redentor que se ha reducido a tal bajeza para hacerse amar de nosotros! Adoremos todas estas acciones serviles de Jesús, porque eran todas divinas. Adoremos, sobre todo, la vida escondida y despreciada que hizo Jesucristo en la casa de Nazaret.
¡Oh hombres soberbios! ¿cómo podéis ambicionar el hacer figura y ser honrados en el mundo viendo a nuestro Dios que gasta treinta años de vida en un estado pobre, oscuro y desconocido, para enseñarnos el retiro y la vida humilde y oculta?


Afectos y súplicas
¡Ah! Mi adorado Niño, yo os miro como ínfimo criado trabajar y sudar de fatiga en ese taller tan pobre! Comprendo ya que Vos servís y trabajáis por mí. Pero así como Vos empleasteis toda vuestra vida por amor mío, haced que yo del mismo modo emplee la vida que me resta por amor vuestro. No miréis, Señor, mi vida pasada; aquella para mí, y para Vos, ha sido vida de dolor y de llanto, vida desordenada, vida de pecados. Ea pues, permitidme que os acompañe en los días que me quedan a trabajar con Vos y padecer en el taller de Nazaret, y morir después con Vos en el Clavario abrazando aquella muerte que me tenéis destinada. Mi precioso Jesús, amor mío, no permitáis que yo os deje más, y os abandone, como he hecho hasta aquí.
Vos, Dios mío, oculto, desconocido y despreciado, padeciendo en un taller con tanta pobreza, y yo gusano vil he andado buscando honores y placeres; y por ellos ¡Oh Dios! me he separado de Vos, sumo bien! No, Jesús mío, yo os amo, y porque os amo no quiero más verme separado de Vos.
Renuncio todo por verme separado de Vos. Renuncio todo por unirme a Vos. Redentor mío, escondido y olvidado. Más me llena vuestra amistad y gracia, que satisfacciones me han dado todos los gustos y vanidades de la tierra, por los que yo miserable os he dejado.
¡Padre eterno! por los méritos de Jesucristo estrechadme con Vos por el don de vuestro santo amor. 
Virgen Santísima, ¡feliz Vos que hecha compañera de vuestro Hijo en la vida pobre oculta, supisteis haceros tan semejante a vuestro Jesús! Madre mía, haced que también yo al menos por este poco de vida que tendré me haga semejante a Vos y a mi Redentor.
 
Fuente: https://vivirlafecatolica.blogspot.com