ORACIÓN DE SANTA TERESA
POR EL CESE DE LAS HEREJÍAS Y CISMAS, POR LA UNIDAD DE LA IGLESIA Y POR LOS
PASTORES QUE HAN DE GUIAR A LAS ALMAS
¡Oh Padre eterno! mirad que no son
de olvidar tantos azotes e injurias y tan gravísimos tormentos. Pues, Criador
mío, ¿cómo pueden sufrir unas entrañas tan amorosas como las vuestras que lo
que se hizo con tan ardiente amor de vuestro Hijo y por más contentaros a Vos
(que) mandasteis nos amase) sea tenido en tan poco como hoy día tienen esos
herejes el Santísimo Sacramento, que le quitan sus posadas deshaciendo las
iglesias? ¡Si le faltara algo por hacer para contentaros! Mas todo lo hizo
cumplido. No bastaba, Padre eterno, que no tuvo adonde reclinar la cabeza
mientras vivió, y siempre en tantos trabajos, sino que ahora las que tiene para
convidar sus amigos (por) vernos flacos y saber que es menester que los que han
de trabajar se sustenten de tal manjar) se las quiten? ¿Ya no había pagado
bastantísimamente por el pecado de Adán? ¿Siempre que tornamos a pecar lo ha de
pagar este amantísimo Cordero? No lo permitáis, Emperador mío. Apláquese ya
Vuestra Majestad. No miréis a los pecados nuestros, sino a que nos redimió
vuestro sacratísimo Hijo, y a los merecimientos suyos y de su Madre gloriosa y
de tantos santos y mártires como han muerto por Vos.
¡Ay dolor, Señor, y quién se ha
atrevido a hacer esta petición en nombre de todas! ¡Qué mala tercera, hijas
mías, para ser oídas, y que echase por vosotras la petición! ¡Si ha de indignar
más a este soberano Juez verme tan atrevida, y con razón y justicia! Mas mirad,
Señor, que ya sois Dios de misericordia; habedla de esta pecadorcilla,
gusanillo que así se os atreve. Mirad, Dios mío, mis deseos y las lágrimas con
que esto os suplico, y olvidad mis obras, por quien Vos sois, y habed lástima
de tantas almas como se pierden, y favoreced vuestra Iglesia. No permitáis ya
más daños en la cristiandad, Señor. Dad ya luz a estas tinieblas. (C III, 8-