Meditación del nombre de
Jesús para rezarla el 1 de enero
MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Para la octava de Natividad hasta la Epifanía.
Para la octava de Natividad hasta la Epifanía.
Meditación VIII
Del Nombre de Jesús
El nombre de Jesús es nombre divino, anunciado a María de parte de
Dios por el arcángel san Gabriel; y por esto dijo san Pablo, que era nombre
sobre todo nombre, en el que solamente se halla la salvación.
Este nombre es comparado por el Espíritu Santo al aceite, por la
razón, dice san Bernardo, de que así como el aceite es luz y comida, y también
medicina; así el nombre de Jesús es luz para el entendimiento, alimento para el
corazón y medicina para el alma.
Es luz para el entendimiento, pues con este nombre se convirtió el
mundo, sacándole de las tinieblas de la idolatría a la luz de la fe. Nosotros
que hemos nacido en estas regiones, donde antes de la venida de Jesucristo
todos nuestros antepasados eran gentiles, seríamos aún tales, si no hubiese
venido el Mesías a iluminarlos.
¡Cuánto, pues, debemos agradecer a Jesucristo el don de la fe! Y
¿qué sería de nosotros en el África o en América, entre herejes o cismáticos?
El que no cree, está perdido; y verosímilmente del mismo modo nos hubiésemos
perdido nosotros.
Es también el nombre de Jesús el alimento que nutre nuestros
corazones; porque él nos recuera lo que Jesús ha hacho por salvarnos. De aquí
es que nos consuela este nombre en las tribulaciones, nos da fuerza para andar
por el camino de la salvación, nos anima en las desconfianzas, nos enciende
para amar, recordando lo que ha padecido nuestro Redentor por salvarnos.
Este nombre, finalmente, es medicina para el alma, haciéndola
fuerte contra las tentaciones de nuestros enemigos.
Tiembla el infierno, y huye al invocar este santo nombre, según
aquello que dice el Apóstol: En el nombre de Jesús se dobla toda rodilla de los
que están en el cielo, en la tierra y en los infiernos. Filipenses 2, 10.
El que es tentado y llama a Jesús, no cae, y quién siempre le
invocare no caerá y será salvo, según la palabra del salmo: Invocaré al Señor
alabándole: y seré salvo de mis enemigos. Sal. 18, 4
Y ¿quién, que siendo tentado le ha invocado, se ha perdido jamás?
Se pierde el que no le invoca en su ayuda, o quién persistiendo la tentación
deja de invocarle.
Afectos y súplicas
¡Oh! Hubiese yo siempre invocado a Vos, Jesús mío, y nunca habría
sido vencido por el demonio! He perdido miserablemente vuestra gracia, porque
en las tentaciones me he descuidado de llamaros en mi ayuda.
Ahora lo espero todo de vuestro santo nombre. Escribid, pues, o
Salvador mío, grabad en mi pobre corazón vuestro poderosísimo nombre, para que
teniéndolo allí impreso juntamente con el amor a Vos, lo tanga siempre en la
boca, pronunciándolo en todas las tentaciones que me prepara el infierno, para
volver a verme su esclavo y separado de Vos.
En vuestro nombre encontraré yo todo bien. Si fuese afligido, el me
consolará, pensando cuánto os habéis afligido por mi amor.
Si me viese desconfiado por mis pecados, él me dará valor, recordándome
que habéis venido al mundo para salvar los pecadores: si fuese tentado, vuestro
nombre me dará fortaleza trayéndome a la memoria, que más podéis Vos ayudarme,
que abatirme el infierno. Si, finalmente, me hallase frio en vuestro amor, él
me dará fervor, representándome cuánto Vos me habéis amado.
Jesús mío, Vos sois y espero que siempre seréis el único amor mío.
Os doy todo mi corazón, y a Vos solamente quiero amar, y quiero invocaros
cuanto más a menudo podré. Quiero morir con vuestro nombre en la boca,
nombre de esperanza, nombre de salvación, nombre de amor.
¡Oh María! Si me amáis, esta es la gracia que habéis de alcanzarme,
hacedme invocar siempre vuestro nombre y el de vuestro Hijo; haced que ellos
sean el respiro de mi alma, y que los repita siempre en vida para repetirlos en
el último aliento que tendré en la hora de la muerte.
Jesús y María, ayudadme:
Jesús y María, yo os amo.
Jesús y María, a Vos
encomiendo mi alma.