Comentario al Evangelio
XV DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
“Veamos, pues, que es lo que
quiere enseñarnos con estos tres muertos que resucitara. Resucitó a la hija del
archisinagogo, cuya curación se le pedía. Cuando caminaba hacia ella, la muerte
le fue anunciada. Él, sin embargo, continúo su camino y dijo al padre de la
muchacha: No temas, limítate a creer. Llego
a la casa, encontró preparadas las honras fúnebres y le dijo a la gente: No lloréis, no está muerta la muchacha, sino
que duerme. Dijo la verdad, dormía, pero a los ojos de quien podía
despertarla. La despertó y la devolvió a sus padres (Mc. 5,22-43).
Resució también a este joven,
hijo de una viuda, como se nos acaba de enseñar, para que dirija vuestra
caridad estas palabras que Él mismo nos está concediendo. Acabáis de oír como
fue resucitado. Se acerca el Señor a la ciudad cuando sacaban al muerto fuera
de las puertas. Se conmovió misericordioso al ver llorar a la madre viuda y
privada de su único hijo y llevo a cabo lo que acabáis de oír, diciendo: Muchacho, yo te lo digo, levántate. El
muchacho volvió a la vida, comenzó a hablar, y entonces lo devolvió a su madre.
Resucitó también a Lázaro del
sepulcro.
Estas tres clases de muertos
representan a las tres clases de pecadores que el Señor resucita a diario. Aquella
hija muerta del archisinagogo estaba todavía en casa y no había sido sacada al
público desde las habitaciones secretas. Allí fue resucitada y entregada viva a
sus padres. El segundo ya no estaba en casa, pero aún no había llegado al
sepulcro; aunque sacado ya de la habitación, no había sido entregado a la
tierra. El que resucitó a una muerta a quien todavía no habían sacado, resucita
también a un muerto que ya había salido, pero no había sido sepultado. Queda un
tercero, que resucita ya desde el mismo sepulcro, y este fue Lázaro”.
San Agustín
Por gentileza de Dña.
Ana María Catalina Gálvez Aguiló