MARÍA
NOS BRINDA ESA VIDA PLENA DE LA SAGRADA EUCARISTÍA. Beato Ivan Merz
Antes
de finalizar es necesario que corone esta plática con una breve meditación
sobre la Madre de Dios para que veamos si la Virgen María ha respondido a
aquellas exigencias de las cuales dijimos que son imprescindibles para una
fecunda vida interior. Aquellas pocas palabras y oraciones que nos ha
conservado el Evangelio sobre la Madre de Jesús de un modo muy preciso y
perfecto demuestran lo esencial de su alma. La frase: 'Que se haga en mí según
tu palabra!!!,' pronunciada por María cuando el arcángel Gabriel le había
traído la buena noticia de su vocación, contiene dentro suyo el principio, la
esencia de su personalidad. En su vida no hubo momento en el que no haya
cumplido la voluntad del Todopoderoso. Ella ha cumplido la Ley de Dios, ella se
ha sometido a las costumbres de su pueblo; en fin, Ella siguió todos los
consejos que su alma recibía inmediatamente del Espíritu Santo.
Aunque
Ella era la elegida entre los escogidos no debemos pensar que no se haya
servido de la lectura espiritual. Los piadosos pintores de los siglos
anteriores la presentan leyendo el Oficio. Está claro y se entiende que leía y
recitaba los Salmos tan conocidos por nosotros. La Virgen ha asimilado el
contenido de los Salmos en su alma y los mismos en cualquier momento salían
espontáneamente de sus santos labios. Y cuando leemos el Magnificat con
atención, que ayer se ha ejecutado con tanta maestría en la iglesia del Sagrado
Corazón, vemos expresada en él toda la vida interior de la Madre de Dios. Su
alma, que descansaba en Dios, estaba colmada plena y completamente de alegría.
Ella amaba el ocultamiento para no olvidarse de aquel que es eterno, que es el
Creador del mundo. En Dios amó a todos los hombres, a todo el género humano, y
era feliz, porque lo podía ofrecer a su propio Hijo por la salvación eterna de
la humanidad.
La
Madre María es entonces para nosotros un verdadero ejemplo. Ella era llena de
gracia, toda la vida interior del mismo Dios ha inundado su alma; el Dios
infinito nos da su propia vida a través de Ella. Para nosotros, los hombres,
?dónde está Dios más cercano que en la Eucaristía? El sacerdote, quien nos la
reparte, en realidad sustituye a la Virgen María, que en su inmensa bondad nos
da la plenitud de su propia vida interior, de su eterna vida interior sin
límites - la que nos da al mismo Dios Jesucristo Eucarístico. Por eso decía la
Liturgia ayer en la lectura 'Quien me encuentra a mí, encontrará la vida y tendrá
la salvación del Senor.' Cierto, quien encuentra su vida interior y en su vida
su alma llena de gracia encuentra la vida de la Santísima Trinidad. María nos
brinda esa vida plena de la Sagrada Eucaristía; de ese modo, las nuevas aguas
de la vida divina, de la vida abundante, empiezan a circular en nuestras almas.
En realidad nosotros comenzamos a 'ser participes de la salvación del Senor'
como lo expresa la Sagrada Liturgia.
Hasta
el final de nuestra vida María nos brinda la vida divina! Pidámosle sin cesar a
fin de que llenos de santa alegría descansemos en su tierno abrazo y en el
Corazón de Jesús. Recién en la gloria eterna - en el Corazón de Jesús - el
árbol de nuestra vida interior, que ya en la tierra empezó a brotar, alcanzará
su plena grandeza y florecerá completamente. Recién entonces nuestra alma se
convertirá en el perfecto y candente reflejo del Santísimo, Eterno y Trino Sol
Divino.