Jesús, Salvador
mío, que obedeces con tanta prontitud y exactitud a las palabras del sacerdote,
que cambias el pan en tu cuerpo al mismo tiempo que él las pronuncia, te adoro
presente realmente en la santa hostia; adoro tu sumisión y tu anonadamiento en
este sacrificio, y te pido me concedas participar de las santas disposiciones
que en él manifiestas.
Sangre preciosa
de Jesucristo, que fuiste derramada para borrar los pecados de los hombres, te
adoro en este sacrificio; reconozco con respeto tu excelencia y tu eficacia.
Láveme yo con frecuencia en esta sangre, puesto que blanquea y purifica
nuestras almas y quita de ellas todas las manchas. Purifica mi corazón, sangre
adorable, y apártalo de todo lo que de pecado pueda quedar en él.