¡Oh
María! ¡Mujer bendita entre todas las mujeres! ¡Vos sois el honor del género
humano y la salvación de las naciones! ¡Vos sois la dispensadora de todas las
gracias, el ornamento y la gloria de la Iglesia! ¡Vos sois el modelo de los
justos, el consuelo de los Santos y el manantial de nuestra felicidad! He aquí,
¡oh Madre de bondad, todo lo que sabemos decir en vuestra alabanza. Dignaos
suplir a nuestra insuficiencia y bendecir nuestro trabajo. Inculcad vuestro
amor en todos nuestros corazones, para que después de haber honrado y amado a
vuestro divino Hijo sobre la tierra podamos alabarle y bendecirle con Vos en el
cielo. Amén.
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¿Qué
podré decir, oh Santísima Virgen, que sea digno de Vos? Sois la puerta del
cielo, la gloria del género humano, la soberana de los ángeles, el terror de
los demonios, el refugio de los pecadores, el espejo de la pureza, la fuente de
todas las gracias, el tesoro de los dones celestiales, la consoladora de los
pobres, la alegría de los humildes, el sostén de los elegidos, la guía de los
viajeros, el puerto de los náufragos, el escudo de los que combaten, la madre
de los huérfanos, el apoyo de las viudas; la abogada de los penitentes, la
curación de los enfermos, el modelo de los justos, la esperanza y la gloria de
los cristianos y el sello de los verdaderos católicos. Amén.
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Oh
Santísima Virgen, bendita entre todas las criaturas, única Madre de Dios,
Señora del mundo, Soberana del Universo,
distribuidora de todas las gracias, adorno de la Iglesia, en Vos se encierra la
incomprensible grandeza de todas las virtudes y de todos los dones. Vos sois el
Templo de Dios, el paraíso de todas las delicias, el modelo de los justos, el
consuelo de vuestros siervos, la fuente
de nuestra salud, la puerta del cielo,
la alegría de los elegidos, y el objeto de las complacencias del Señor. Al
celebrar vuestras grandezas, sólo es dado a nuestra debilidad el hacerlo de una
manera imperfecta. Dignaos pues socorrernos
para que podamos hacerlo dignamente por los siglos de los siglos. Amén.
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Dignísima
Virgen María, Madre de Misericordia, tesoro de gracias, fuente de piedad y
verdadero templo vivo de Dios. A vos recurrimos oh María. ¿Podréis rechazarnos,
Vos que nunca habéis abandonado a los que os invocan en sus
necesidades con toda la sinceridad de su corazón? Amén.