LUNES DE LA OCTAVA DE
PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria
del Rito Romano
En
aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: Que amó tanto Dios al mundo, que no paró
hasta dar a su Hijo unigénito; a fin de que todos los que creen en él, no
perezcan, sino que vivan vida eterna.
Pues no envió Dios su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para
que por su medio el mundo se salve.
Quien cree en él, no es condenado: pero quien no cree, ya tiene hecha la
condena; porque no cree en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Este juicio de condenación consiste en que la
luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, por
cuanto sus obras eran malas. Pues quien
obra mal, aborrece la luz, y no se arrima a ella, para que no sean reprendidas
sus obras. Al contrario, quien obra
según la verdad le inspira, se arrima a la luz, a fin de que sus obras se vean,
pues han sido hechas según Dios.
Juan 3,16-21.