MIÉRCOLES DE LA
OCTAVA DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria
del Rito Romano
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: Nadie puede venir a mí,
si el Padre que me envió no le atrae; y al tal le resucitaré yo el último
día. Escrito está en los profetas: Todos serán enseñados de Dios.
Cualquiera, pues, que ha escuchado al Padre, y aprendido su palabra, viene a
mí. No porque algún hombre haya visto al Padre, excepto el que es hijo de
Dios: éste sí que ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo, que
quien cree en mí, tiene la vida eterna. Yo soy el pan de vida.
Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Mas éste es
el pan que desciende del cielo, a fin de que quien comiere de él no
muera. Yo soy el pan vivo, que he descendido del cielo. Quien comiere de
este pan, vivirá eternamente; y el pan que yo daré, es mi misma carne, la cual
daré yo para la vida o salvación del mundo. Comenzaron entonces los
judíos a altercar unos con otros, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su
carne?
Juan 6,44-52.