-“¡Qué
alegría me da que sigas siento tan devota de la Stma. Virgen!... Mas esto no
basta, más quiere de ti la Stma. Virgen; que la ames, sí, pero que la imites en
toda su preciosa vida. Para todos es modelo, como tú sabes, y para ti ahora que
la imites en la vida que hacía en su casita de Nazaret. Bien sencilla por
cierto, como puede ser la tuya: primero, cumplir sus deberes para con Dios y
después muy tranquilamente cuidar del aseo de su casita, coser o hilar, y
tenerlo todo muy bien y a tiempo a su Niñito querido y al bendito san José, y
vivir muy tranquila y contenta en aquel pequeño rincón del mundo, desconocida
de todas las criaturas, menos con aquellas que por parentesco o amistad debía
cumplir, y nada más, y hacer de su casita un paraíso con la amabilidad de sus
maneras y cuidado y atenciones con todos, lo mismo fuera que dentro…
Imítala, hija mía, pero de verdad, que te es muy fácil en las circunstancias en que te encuentras…”.
Imítala, hija mía, pero de verdad, que te es muy fácil en las circunstancias en que te encuentras…”.
“Acógete bien
a tu Madre, imítala, y aconséjate siempre de Ella y piensa siempre en todo lo
que piensas hacer, si a ella le gustaría si estuviese presente. Si crees que no
le gustaría, no lo hagas, por su amor, y ofrécele el sacrificio; y si crees que
le gustaría, hazlo por complacerla, y verás el pago tan bueno que te da. Yo te
encomiendo siempre a Ella de corazón”. (Roma, abril y mayo del 97).