ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS
Virgen
María, te saludamos y acudimos a ti
que
permaneciste siempre Virgen siendo la Madre del Verbo encarnado,
Dios
y Salvador nuestro, Jesucristo
y
que, por su singular elección, en
atención a los méritos de tu Hijo
fuiste
redimida de modo más sublime,
preservada
inmune de toda mancha de culpa original
y
que superas ampliamente en don de gracia eximia a todas las demás criaturas.
V/. Oh María, sin pecado concebida
R/. Rogad por nosotros que recurrimos a
Vos.
Unidos
a ti y proclamando las maravillas que Dios obró en su humilde esclava; decimos:
V/. Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Como era en el principio ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA 3º MARÍA, LA MUJER TODA
SANTA
MEDITACIÓN. De la Catequesis de Juan
Pablo II (15-V-96)
En
María, llena de gracia, la Iglesia ha reconocido a la «toda santa, libre de
toda mancha de pecado, enriquecida desde el primer instante de su concepción
con una resplandeciente santidad del todo singular»
María,
pues fue colmada, de forma íntima y estable, por la gracia divina y, por tanto,
santificada: haciéndola plenamente conforme al proyecto de Dios.
La
mujer que estaba destinada a convertirse en Madre del Salvador no podía menos
de tener un origen perfectamente santo, sin mancha alguna.
La
Concepción pura e inmaculada de María aparece así como el inicio de la nueva
creación. María está llena de gracia santificante, y lo está desde el primer
momento de su existencia. La santidad original de María constituye el modelo
insuperable del don y de la difusión de la gracia de Cristo en el mundo.
ORACIÓN CONCLUSIVA (Juan Pablo II, 2000)
¡Oh,
María!,
de
Oriente a Occidente,
ya
desde los comienzos,
el
pueblo de Dios profesa con fe
que
tú eres la toda pura,
la
toda santa,
la
Madre excelsa del Redentor.
Lo
testimonian a una voz
los
Padres de la Iglesia,
lo
proclaman los pastores, los teólogos
y
los más grandes confesores de la fe.
A
ti, Inmaculada Concepción,
se
consagra hoy el pueblo de Dios.
Protégenos
siempre y guíanos a todos
por
los caminos de la santidad. Amén.
(pida
cada uno la gracia que desea alcanzar en esta novena)
Tras un breve silencio, se puede concluir con
el rezo de tres avemarías, con alguna oración popular a la Inmaculada como Bendita sea tu pureza o el canto de la
Salve.