COMENTARIO AL EVANGELIO
San Jerónimo
XII DOMINGO DESPUES DE PENTECOSTÉS
Ora leas, ora escribas, ora estés despierto, ora duermas,
que resuene siempre en tus oídos la trompeta del amor. Este clarín despierte tu
alma: loco de este amor, busca en tu lecho al que desea tu alma y di
confiadamente: yo duermo, pero mi corazón vela. Y cuando le hayas encontrado y
te hayas asido a él, no lo sueltes. Y si te duermes un poquillo y se te
escurriere de tus manos, no desesperes enseguida. Sal por las plazas, conjura a
las hijas de Jerusalén, que lo encontrarás sesteando al mediodía, cansado,
ebrio, húmedo del relente de la noche, entre las manadas de sus compañeros,
entre variedad de perfumes, entre las manzanas del paraíso. Ofrécele allí tu
pecho y beba de tu corazón erudito y descanse entre las heredades, las alas de
la palomas son de plata y su interior tiene destellos de oro.
Me entero de que has edificado en el puerto romano un
albergue para forasteros y que el litoral ausonio has plantado la vara de la
encina de Abraham. (…) Abraham habiendo cumplido muchas veces el deber de la
hospitalidad, mereció recibir a Dios cuando él pensaba acoger a hombres, no
encomendó a criados y criadas que sirvieran a los huéspedes ni disminuyó, por
encomendarlo a otros, el bien que practicaba; sino que el solo, junto con su
mujer Sara , se entregó a aquel servicio de humanidad, como si hubiera dado con
una presa. El mismo les lavó los pies, el mismo trajo sobre sus hombros un lúcido
becerro del rebaño, permaneció en pie como un criado mientras los peregrinos
comían, y sin comer él, les fue poniendo los manjares que Sara había cocido con
sus manos.
Un cosa te aconsejo, hermano amadísimo, por el paterno amor
con que te amo: que no ofrezcas a Cristo únicamente dinero, sino que te
ofrezcas a ti mismo, como víctima viva,
agradable a Dios, pues ése es tu culto espiritual, e imites al Hijo del hombre,
que no vino a ser servido, sino a servir; y lo que hizo el patriarca con unos
forasteros, eso mismo enseñó nuestro Maestro y Señor a los discípulos y siervos.
San Jerónimo. Carta 66. A Panmaquio.