XI domingo después de Pentecostés
Comentario al Evangelio
Psedo Jerónimo
«Apartándole de la gente…» Porque siempre el que
merece ser curado es conducido lejos de los pensamientos turbulentos,
de las acciones desordenadas y de las palabras corrompidas. «Metió sus
dedos en los oídos…» Los dedos que se ponen sobre los oídos son las
palabras y los dones del Espíritu Santo, de quien se ha dicho: «El dedo
de Dios está aquí» (Ex 8,19). «Con su saliva le tocó la lengua…» La
saliva es la divina sabiduría, que abre los labios del género humano
para que diga: Creo en Dios, Padre omnipotente, y lo demás. «Levantando
los ojos al cielo, dio un gemido…» Gimió mirando al cielo, así nos
enseñó a gemir y a hacer subir hasta el cielo los tesoros de nuestro
corazón; porque por el gemido de la compunción interior se purifica la
alegría frívola de la carne. «Se abrieron sus oídos, se soltó la atadura
de su lengua…» Se abren los oídos a los himnos, a los cánticos y a los
salmos. Desata el Señor la lengua, para que pronuncie la buena palabra,
lo que no pueden impedir las amenazas ni los azotes.