COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DÍA
1 de mayo.- San José, obrero, esposo de la Virgen María
Forma Extraordinaria del Rito Romano
El
recuerdo de san José, nos ofrece la oportunidad de considerar, a la luz del
misterio pascual, otro aspecto importante de la existencia humana. Me refiero a
la realidad del trabajo, que hoy está en el centro de cambios rápidos y
complejos. En numerosas páginas la Biblia muestra cómo el trabajo pertenece a
la condición originaria del hombre. Cuando el Creador plasmó al hombre a su
imagen y semejanza, lo invitó a trabajar la tierra (cf. Gn 2, 5-6). A causa del pecado de
nuestros primeros padres, el trabajo se transformó en fatiga y sudor (cf. Gn 3, 6-8), pero el proyecto divino
mantiene inalterado su valor. El mismo Hijo de Dios, haciéndose
semejante en todo a nosotros, se dedicó durante muchos años a actividades
manuales, hasta el punto de que lo conocían como el "hijo del
carpintero" (cf. Mt 13, 55). La Iglesia ha mostrado
siempre, especialmente durante el último siglo, interés y solicitud por este
ámbito de la sociedad, como testimonian las numerosas intervenciones sociales
del Magisterio y la acción de múltiples asociaciones de inspiración cristiana,
algunas de las cuales han venido hoy aquí a representar a todo el mundo de los
trabajadores.
El
trabajo reviste una importancia primaria para la realización del hombre y el
desarrollo de la sociedad, y por eso es preciso que se organice y desarrolle
siempre en el pleno respeto de la dignidad humana y al servicio del bien común.
Al mismo tiempo, es indispensable que el hombre no se deje dominar por el
trabajo, que no lo idolatre, pretendiendo encontrar en él el sentido último y
definitivo de la vida. Al respecto, es oportuna la invitación de la primera lectura:
"Fíjate en el sábado para santificarlo. Durante seis días trabaja y haz
tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso dedicado al Señor, tu
Dios" (Ex 20, 8-9).
El sábado es día santificado, es decir, consagrado a Dios, en el que el hombre
comprende mejor el sentido de su existencia y también de la actividad laboral.
Por tanto, se puede afirmar que la enseñanza bíblica sobre el trabajo culmina
en el mandamiento del descanso. Al respecto, el Compendio de la doctrina social de
la Iglesia observa
oportunamente: "El descanso abre al hombre, sujeto a la necesidad
del trabajo, la perspectiva de una libertad más plena, la del sábado eterno
(cf. Hb 4, 9-10). El descanso permite a
los hombres recordar y revivir las obras de Dios, desde la creación hasta la
Redención, reconocerse a sí mismos como obra suya (cf. Ef 2, 10), y dar gracias por su vida
y su subsistencia a él, que de ellas es el Autor" (n. 258).
La
actividad laboral debe contribuir al verdadero bien de la humanidad,
permitiendo "al hombre individual y socialmente cultivar y realizar
plenamente su vocación" (Gaudium et spes, 35). Para que esto suceda no basta
la preparación técnica y profesional, por lo demás necesaria; ni siquiera es
suficiente la creación de un orden social justo y atento al bien de todos. Es
preciso vivir una espiritualidad que ayude a los creyentes a santificarse a
través de su trabajo, imitando a san José, que cada día debió proveer con sus
manos a las necesidades de la Sagrada Familia, y por eso la Iglesia lo propone
como patrono de los trabajadores. Su testimonio muestra que el hombre es sujeto
y protagonista del trabajo. Quisiera encomendarle a él a los jóvenes que con
esfuerzo logran insertarse en el mundo del trabajo, a los desempleados y a
todos los que sufren las dificultades debidas a la crisis laboral generalizada.
Que junto con María, su esposa, san José vele sobre todos los trabajadores y
obtenga serenidad y paz para las familias y para toda la humanidad. Que al
contemplar a este gran santo, los cristianos aprendan a testimoniar en todos
los ámbitos laborales el amor de Cristo, manantial de solidaridad verdadera y
de paz estable. Amén.
Benedicto
XVI, 19 de marzo de 2006