domingo, 3 de mayo de 2015

PASCUA CON SANTA TERESA DE JESÚS: LA REVELACIÓN DE LA VERDAD

LA REVELACIÓN DE LA VERDAD 
En esta majestad se me reveló una verdad, que es suma de todas las verdades; no se decir cómo ocurrió porque yo no ví nada. Oí que me decían, sin que yo viera quién, mas supe que hablaba la misma Verdad: "No es poco esto que hago por tí, pues es una cosa que me debes mucho; porque todo el daño del mundo procede por ignorancia de las verdades de la Escritura, conocida con clara verdad; no dejará de cumplirse ni una de ellas".
A mí me pareció que siempre había creído esto y que todos los fieles lo creían. Y me dijo: ¡Ay, hija, qué pocos me aman de verdad, pues si me amaran, no les encubriría yo mis secretos. ¿Sabes qué es amar de verdad? Comprender que todo lo que no es agradable a Mí, es mentira. Con claridad verás esto que ahora no entiendes en el provecho que hace a tu alma".
Y así lo he visto, sea el Señor alabado que, desde entonces, todo lo que veo que no conduce al reino de Dios, me parece vanidad y mentira, aunque no sabría decir cómo lo entiendo. Y me dan lástima todos los que veo que están en la oscuridad e ingnorancia de esta verdad. Además de estos efectos he recibido otras ganancias que diré, y otras que no sabré decir.
Me dijo entonces el Señor una palabra de grandísima ternura. Yo no se cómo ocurrió esto, porque no ví nada.
Dentro de mí quedó esculpida una verdad, sin saber cómo ni qué, de la divina Verdad que se me reveló, que me hace tener un nuevo respeto a Dios, porque da noticia de su majestad y poder de una manera que no se puede decir: se entender que es una gran cosa.
Quedóme muy gran gana de no hablar más que de cosas muy verdaderas, superiores a las que se hablan en el mundo, y así comencé a tener pena de vivir en él. Me dejó gran ternura y regalo y humildad. Creo que sin entender cómo, me dió el Señor en este momento mucho. Ninguna duda me quedó de que fuera ilusión.
No vi nada, mas entendí el gran bien que hay en no hacer caso de ninguna cosa que no nos sirve para acercarnos más a Dios, y comprendí qué cosa es andar mi alma en verdad delante de la misma Verdad.
Todo lo que he dicho lo entendí una veces con palabras, y otras sin hablarme, y lo que se me decía sin palabras lo entendía con mayor claridad que lo que se me decía con palabras.
Esta verdad que digo que se me dio a entender es Verdad en sí misma, y es sin principio ni fin, y todas las demás verdades dependen de esta verdad, como todos los amores de este amor y todas las demás grandezas de esta grandeza; aunque esto lo digo muy oscuro, comparado con la claridad con que a mí me lo dio a entender el Señor. ¡Y cómo se nota el poder de esta Majestad, pues en tan poco tiempo deja tan gran ganancia y tales cosas imprimidas en el alma! (V 40, 1-4).

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 ¡Oh saber sobre todos los saberes, la misma Sabiduría; sois, Señor, la misma Verdad! (CE 37, 6).