domingo, 2 de julio de 2023

EL LEGISLADOR Y EL JUEZ. Dom Próspero Gueranger

 


 

V DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Dom Próspero Gueranger

EL LEGISLADOR. — El Verbo divino bajado para santificar a los hombres en la verdad, es decir, en El mismo debía volver, ante todo, a su prístino esplendor, empañado por el tiempo, los inmutables principios de justicia y de derecho que reposan en El, como en su cetro. Es lo primero que hace y con una solemnidad incomparable, antes de llamar a sus discípulos y de elegir a los doce, en el pasaje del sermón de la montaña, de donde la Iglesia ha tomado el Evangelio de hoy. En esto no venía, declaraba El mismo, a condenar o destruir la ley, sino a restablecer, contra los escribas y fariseos, su verdadero sentido, y a darla la plenitud que los mismos ancianos del tiempo de Moisés no la habían podido dar.

 

EL JUEZ. — En las pocas líneas que la Iglesia ha tomado, el pensamiento del Salvador es: que no se debe juzgar con la medida de los tribunales terrenales el grado de justicia necesario para entrar en el reino de los cielos. La ley judía ponía al homicida en el tribunal criminal llamado del juicio.; y El, el Maestro y autor de- la ley, declara que la cólera, el primer paso para el homicidio, aunque esté oculta en los repliegues más recónditos de la conciencia, puede ella sola llevar consigo la muerte del alma, incurriendo así, en el orden espiritual, en la pena capital, reservada en el orden social de la vida presente al que ha perpetrado homicidio. Mas si, aun sin llegar a los golpes, se escapa esta cólera en palabras despectivas, como la expresión siríaca de roca, hombre de nada, la falta se hace tan grave, que, considerada en su valor real ante Dios, sobrepasaría la jurisdicción criminal ordinaria, para ser tan sólo encausada por el consejo supremo de la nación. Si del desprecio se pasa a la injuria, nada hay tan grave en los procesos humanos que pueda darnos una idea de la enormidad del pecado cometido. Pero los poderes del Juez supremo no se sujetan, como los de los hombres, a un límite dado; la caridad fraterna pisoteada, encontrará siempre, más allá del tiempo, su vengador. ¡Tan grande es el precepto del amor santo que une a las almas!; ¡tan directamente se opone a la obra divina, la falta que, de lejos o cerca, va a comprometer o turbar la armonía de las piedras vivas del edificio que se levanta aquí abajo, en la concordia y el amor, a gloria de la indivisible y pacífica Trinidad! A medida que avanzan los años para el pueblo elegido, comprende cada vez mejor la dicha que fué para él haber escogido los verdaderos bienes, como parte de su herencia.