domingo, 16 de abril de 2023

EL TESTIMONIO DE SANTO TOMÁS. Dom Gueranger

 

EL TESTIMONIO DE SANTO TOMÁS

Dom Gueranger

I DOMINGO DE PASCUA

 

EL TESTIMONIO DE SANTO TOMÁS. — Hemos insistido lo suficiente sobre la incredulidad de santo Tomás; y es hora ya de glorificar la fe de este Apóstol. Su infidelidad nos ha ayudado a sondear nuestra poca fe; su retorno ilumínenos sobre lo que tenemos que hacer para llegar a ser verdaderos creyentes. Tomás ha obligado al Salvador, que cuenta con él para hacerle una de las columnas de su Iglesia, a bajarse a él hasta la familiaridad; pero apenas está en presencia de su maestro, cuando de repente se siente subyugado. Siente la necesidad de retractar, con un acto solemne de fe, la imprudencia que ha cometido creyéndose sabio y prudente, y lanza un grito, grito que es la protesta de fe más ardiente que un hombre puede pronunciar: ¡”Señor mío y Dios mío”! Considerad que no dice sólo que Jesús es su Señor, su Maestro; que es el mismo Jesús de quien ha sido discípulo; en eso no consistiría aún la fe. No hay fe ya cuando se palpa el objeto. Tomás habría creído en la Resurrección, si hubiese creído en el testimonio de sus hermanos; ahora, no cree, sencillamente ve, tiene la experiencia. ¿Cuál es, pues, el testimonio de su fe? La afirmación categórica de que su Maestro es Dios. Sólo ve la humanidad de Jesús, pero proclama la divinidad del Maestro. De un salto, su alma leal y arrepentida, se ha lanzado hasta el conocimiento de las grandezas de Jesús: ¡”Eres mi Dios”!, le dice.

PLEGARIA. — Oh Tomás, primero incrédulo, la santa Iglesia reverencia tu fe y la propone por modelo a sus hijos en el día de tu fiesta. La confesión que has hecho hoy, se parece a la que hizo Pedro cuando dijo a Jesús: “¡Tú eres el Cristo, Hijo de Dios vivo!” Por esta profesión que ni la carne ni la sangre habían inspirado, Pedro mereció ser escogido para fundamento de la Iglesia; la tuya ha hecho más que reparar tu falta: te hizo, por un momento, superior a tus hermanos, gozosos de ver a su Maestro, pero sobre los que la gloria visible de su humanidad había hecho hasta entonces más impresión que el carácter invisible de su divinidad.