MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Para la octava de Natividad hasta la Epifanía
Para la octava de Natividad hasta la Epifanía
Meditación I
Del Nacimiento de Jesús
El nacimiento de Jesucristo
trajo una alegría general a todo el mundo. El fue aquel Redentor deseado por
tantos años y con tantos suspiros; que por esto fue llamado el Deseado de las
gentes, y el deseo de los collados eternos.
Héle; ya ha venido, y ha nacido en una pequeña cueva.
Aquel gozo grande, que el ángel anunció a los pastores, hoy lo anuncia también a nosotros, y nos dice: Ecce evangelizo vobis gaudim magnun, gozo que será para todo el pueblo; porque hoy os es nacido el Salvador del mundo.
Aquel gozo grande, que el ángel anunció a los pastores, hoy lo anuncia también a nosotros, y nos dice: Ecce evangelizo vobis gaudim magnun, gozo que será para todo el pueblo; porque hoy os es nacido el Salvador del mundo.
¡Que gran fiesta se hace en un reino cuando nace al monarca su
primogénito! Pues, mayor fiesta debemos hacer nosotros, viendo nacido al Hijo
de Dios que ha venido del cielo a visitarnos, movido de las entrañas de su
misericordia.
Nosotros estábamos
perdidos, y he aquí que Él ha venido a salvarnos: el Pastor ha venido a salvar
a sus ovejuelas de la muerte, dando su vida por amor de ellas.
El Cordero de Dios ha venido a sacrificarse por alcanzarnos la
Divina Gracia, y para hacerse nuestro libertador, nuestra vida, nuestra luz, y
aún nuestro alimento en el Santísimo Sacramento.
Dice san Agustín, que por
esto Jesucristo al nacer quiso ser puesto en el pesebre donde hallaban pasto
los animales; para darnos a entender, que Él se hizo hombre a fin de hacerse Él
mismo nuestra comida para la eternidad.
Jesús, en efecto, nace todos los días en el Sacramento por medio
del sacerdote y de la consagración. El altar es el pesebre, y allí vamos nosotros
a alimentarnos de sus carnes. Alguno habrá que desee tener el santo Niño en los
brazos, como le tuvo el santo viejo Simeón; pues cuando comulgamos nos enseña
la fe que no solo en los brazos, sí que dentro de nuestro pecho está aquel
mismo Jesús que estuvo en el pesebre de Belén; para esto Él ha nacido, para
darse todo a nosotros: Parvulus natus est nobis, et Filis datus est nobis.