lunes, 23 de abril de 2018

BUSCAD LAS COSAS DE ARRIBA. HOMILÍA

BUSCAD LAS COSAS DE ARRIBA. HOMILÍA
III DOMINGO DE PASCUA – 22 de abril de 2018

Queridos hermanos:
Nos encontramos en la mitad del tiempo de Pascua, la Iglesia en su plegaria sigue alentándonos a la alabanza divina en medio del júbilo y la alegría del acontecimiento pascual. El propósito de la Sagrada liturgia siempre es hacer presente en nuestra realidad cotidiana la gloria inmarcesible del Señor, anticipando ya en esta vida la belleza y el gozo, la perfección y la bondad de las realidades celestes.
El pensamiento dominante de este tiempo, tomado de la epístola del apóstol San Pablo a los Colosenses, aparece reflejado en la lección breve del oficio de Prima: si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra.
Esto conlleva, sin duda, un cambio de mirada, una forma nueva de ver las cosas, no con la perspectiva limitada de lo que acontece aquí abajo que es siempre caduco y, a menudo, confuso. Sino orientando toda nuestra existencia hacia el fin último y meta de nuestro camino, que es la Eternidad.
Si echamos una mirada cronológica a nuestra historia más reciente, hablo al menos de los últimos cien años, hemos vivido un proceso transformador frenético. Las novedades de nuestro tiempo y los avances de la ciencia y de la técnica nos asombran. Pero que tras una reposada reflexión se nos muestra que mucho de este aparente progreso es, en el fondo, como un camino hacia ninguna parte.
Partiendo de que se procura el ridículo y el desprestigio de cualquier etapa anterior, tantas veces desde la distorsión y la manipulación engañosa de los acontecimientos, por no decir del pensamiento. ¿Puede un cristiano, entonces, considerar progreso a una propuesta permanente de una vida al margen de Dios? la respuesta es meridianamente clara. No. Porque para el creyente el sentido auténtico de la existencia nos lo ha dado Jesucristo, y una vida al margen de Él, al margen de Dios, y al margen del proyecto de Dios para el hombre, puede suponer un avance y un progreso, si, pero avance y progreso en el camino de la perdición.
En la oración colecta suplicamos al Señor que nos ilumine, para que en medio de los extravíos de nuestra realidad, podamos volver al camino de la Santidad, que no es otro que el de vaciarse enteramente de uno mismo y de cualquier mundanidad, para llenarse enteramente de Dios. Además le pedimos al Señor que nos conceda rechazar todo aquello que es incompatible con nuestro ser cristiano, justamente para poder cumplir con lo que sí es propiamente nuestro, ser auténticas réplicas de Cristo en medio del mundo.
La idea de vivir nuestra vida en la tierra con la mente y el corazón en el cielo, la expresa el apóstol San Pedro al comienzo de la epístola, “sed como forasteros, como peregrinos, en tierra extraña” y nos recuerda a la expresión paulina “somos ciudadanos del cielo, no tenemos aquí ciudad permanente”. Es decir, que estamos en este mundo de paso. Pero esto no es lo mismo que decir, que estamos aquí por casualidad. Dios ha querido ponernos en este mundo, y nuestra presencia aquí, tiene todo el sentido. Es más, aquí debemos empeñarnos a fondo en alcanzar la Patria definitiva. San Pedro en la epístola nos da la clave de una existencia cristiana en un mundo hostil, ganar a todos para Cristo por nuestra virtud y buen ejemplo. Es el atractivo y el poder de la Santidad. Es el proyecto eficaz para la transformación de una sociedad tan corrompida, ser auténticos cristianos, es decir, ser santos. Nos dice el apóstol “a fuerza de obrar bien, tapéis la boca a la ignorancia de los necios” nuestras buenas obras, conforme al estilo del Evangelio, son nuestra mejor argumentación!! Y prosigue, “no uséis la libertad como disfraz de la maldad”… justamente lo que se hace hoy en día, el error, la blasfemia, el desenfreno, etc… en nombre de la libertad, ¿a todos nos suena, verdad?
Finalmente, el Evangelio de hoy, parece dejarnos, como a los discípulos, un interrogante en el corazón. Dentro de poco no me veréis, dentro de poco me veréis… La ausencia de Jesús, Él mismo nos lo dice, nos lleva al lamento y a la tristeza. Pero es algo temporal, no definitivo. El vino para poner su tienda en medio de nosotros. Para quedarse con nosotros para siempre. Por eso, aunque a veces la definición más acertada de nuestra realidad es la de un “valle de lágrimas”, sabemos que esto es caduco y limitado, nuestra tristeza se convertirá en alegría, porque estaremos para siempre con Él, y esa alegría no  nos la podrá arrebatar nadie.