martes, 24 de abril de 2018

OBEDECER, EL ÚNICO MEDIO DE ESPERAR LA SALVACIÓN Y CANTAR VICTORIA. HOMILÍA



OBEDECER, EL ÚNICO MEDIO DE ESPERAR LA SALVACIÓN Y CANTAR VICTORIA. HOMILÍA

Conmemoración mensual Padre Pio. Abril 2018
Queridos hermanos:
Sed bienvenidos a la celebración mensual en memoria del Glorioso Padre Pio de Pietrelcina. Esta vez lo hacemos sumergidos de lleno en el contexto pascual. La Iglesia proclama exultante la victoria de Jesucristo Nuestro Redentor sobre la muerte y sobre el pecado… Un triunfo luminoso que pretende y se nos regala como un precioso faro que ilumina las tinieblas que tantas veces ensombrecen nuestra vida. Tinieblas exteriores, de un mundo que proclama inconscientemente su alejamiento de Dios, pero también interiores cuando dejamos apagar en nosotros la luz de la fe, enfriar la llama de la caridad y desvanecer el aliento de la esperanza.
También en este tiempo festivo aprendemos a descubrir el misterio de la cruz de Jesús, que acabó en un aparente fracaso, desde la perspectiva de su gloria. El mismo Jesús, que padeció y murió por nosotros, Él mismo, recordad como insiste en ver sus llagas a los discípulos, es el mismo que ha resucitado. La clave está en descubrir el sentido de nuestras cruces, de nuestros dolores y sufrimientos. Porque la cruz, si queremos vivir como verdaderos cristianos, es indispensable en nuestro camino.
Las multitudes que acudían diariamente a San Giovanni Rotondo para ver al padre Pío participar en su misa, para pedirle consejo,  confesarse, descubrían en él una imagen viva de Cristo doliente y resucitado. A pesar del profundo misterio de sufrimiento, en el rostro del padre Pío resplandecía la luz de la resurrección. Las llagas impresas en su propia carne mostraban la íntima conexión entre la muerte y la resurrección que caracteriza el misterio pascual. Sin duda para el Padre Pío la participación en la Pasión tuvo notas de especial intensidad: los dones singulares que le fueron concedidos y los consiguientes sufrimientos interiores y místicos le permitieron vivir una experiencia plena y constante de los padecimientos del Señor, convencido firmemente de que «el Calvario es el monte de los santos».
Todavía más intensas fueron las pruebas que tuvo que soportar, por decirlo así, como consecuencia de sus singulares carismas. Como todos bien sabemos por la Historia de los Santos, Dios permite que sean a menudo objeto de incomprensiones. Cuando esto acontece, la obediencia se convierte en un crisol de purificación, un camino de progresiva identificación con Cristo y un fortalecimiento de la auténtica santidad. Así lo expresaba en una carta el Padre Pío sus superiores: «Actúo solamente para obedecerle, pues Dios me ha hecho entender lo que más le agrada a él, que para mí es el único medio de esperar la salvación y cantar victoria». Así pudo identificarse con las palabras de la epístola que acabamos es escuchar, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo. Sin embargo, a nosotros nos cuesta mucho aplicar estas palabras en nuestra vida, cuanta influencia tiene el mundo en nosotros, cuantas veces nos dejamos llevar por modas, por corrientes de pensamiento, por estilos que sea alejan enormemente del que Jesucristo ha marcado en el Evangelio. La mundanidad que hoy reina en la sociedad, en la Iglesia, en las almas es una de las razones, sino la que más, por la que el cristianismo actual está agonizando. Porque los creyentes a menudo optamos por ir de ganchete con Dios y con el mundo. Ciertamente, del Padre Pío, aprendemos todo lo contrario. No es un personaje de los tiempos pasados, su muerte hace tan solo cincuenta años, nos demuestra que el auténtico centro de su vida fue siempre Jesucristo.
Jesús nos dice en el Santo Evangelio venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados… bien sabemos de su predilección. El no busca nunca un cuerpo de élite para forma la Iglesia. Quiere hombres y mujeres sencillos, pecadores, pero con ardientes deseos de conversión, que un día puedan alcanzar la verdadera élite que solo da la santidad.
Que el Padre Pio sea un reflejo de la luz pascual, que nos ayude a comprender el misterio de Cristo y a vivirlo intensamente.