COMENTARIO AL EVANGELIO
DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En el Evangelio de hoy (Cf. Mateo 20,1-16a), Jesús narra precisamente la parábola del dueño de la viña que, en diferentes horas del día llama a obreros a trabajar en su viña. Y al terminar el día da todos el mismo salario, un denario, suscitando la protesta de los obreros de la primera hora. Está claro que el denario representa la vida eterna, don que Dios reserva para todos. Es más, precisamente aquellos que son considerados los "últimos", si lo aceptan, se convierten en los "primeros", mientras que los "primeros" pueden correr el riesgo de ser los "últimos".
Un primer mensaje de esta parábola está en el mismo hecho de que el dueño no tolera, por así decir, el desempleo: quiere que todos trabajen en su viña. Y, en realidad, el ser llamados es ya la primera recompensa: poder trabajar en la viña del Señor, ponerse a su servicio, colaborar en su obra, constituye en sí un premio inestimable, que recompensa de todo cansancio. Pero lo comprende sólo quien ama al Señor y a su Reino; quien, por el contrario, sólo trabaja por el salario nunca se dará cuenta del valor de este tesoro inestimable.
Quien narra la parábola es san Mateo, apóstol y evangelista, de quien se celebra precisamente hoy la fiesta litúrgica. Me gusta subrayar que Mateo, vivió en primera persona esta experiencia (Cf. Mateo 9,9). Antes de que Jesús le llamara desempeñaba la profesión de publicano y por este motivo era considerado un pecador público, excluido de la "viña del Señor".
Pero todo cambia cuando Jesús, al pasar junto a su despacho de impuestos, le dice: "Sígueme". Mateo se levantó y le siguió. De publicano se convirtió inmediatamente en discípulo de Cristo. De "último" se convirtió en "primero", gracias a la lógica de Dios que --¡por suerte para él!-- es diferente a la del mundo. "No son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos" (Isaías 55,8).