OS DIGO QUE QUIEN NO LO
SEA, Y NO LO LLEGUE A RECIBIR COMO AMIGO... A ESE NO SE LE MANIFESTARÁ
Cuando acabéis de recibir al Señor, como tenéis a la
misma persona delante, procurad cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma
y mirad al corazón; que yo os digo... que, si os acostumbráis a hacer esto
siempre que comulguéis,... aunque viene disfrazado, no lo vendrá tanto que no
se os de a conocer de muchas maneras, según el deseo que tengáis de verle; y
tanto lo podéis desear que se os descubra del todo (c 34, 12).
Mas si no hacemos caso de el, sino que en cuanto le
hemos recibido nos apartamos de El, a buscar otras cosas más ordinarias, ¿qué
ha de hacer? ¿Nos ha de traer a la fuerza a que le veamos porque se nos quiere
dar a conocer? No, que no le trataron tan bien cuando dejó que le vieran todos
manifiestamente y les decía claro quién era, y fueron muy pocos los que le
creyeron. Por eso harta misericordia nos hace cuando quiere Su Majestad que
entendamos que es Él el que está en el santísimo Sacramento. Mas sólo quiere
que le vean manifiestamente, y sólo quiere comunicar sus grandezas y dar sus
tesoros, a los que ve que le desean mucho, porque éstos son sus verdaderos
amigos. Que yo os digo que quien no lo sea, y no lo llegue a recibir como
amigo... a ese no se le manifestará (C 34, 13).