lunes, 23 de febrero de 2015

EL CRITERIO DEL JUICIO ES EL AMOR

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DÍA
LUNES DE LA I SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano

La Palabra de Dios nos repetirá que su rostro, revelación del misterio invisible del Padre, es el rostro del buen Pastor, dispuesto a cuidar de sus ovejas dispersas y a reunirlas para apacentarlas y hacer que descansen en un lugar seguro. Él busca con paciencia a la oveja perdida y cura a la enferma (cf. Ez 34, 11-12. 15-17). Sólo en él podemos encontrar la paz que nos ha adquirido al precio de su sangre, tomando sobre sí los pecados del mundo y obteniéndonos la reconciliación.
La Palabra de Dios nos recordará también que el rostro de Cristo, Rey del universo, es el rostro del juez, porque Dios es al mismo tiempo Pastor bueno y misericordioso y Juez justo. En particular, la página evangélica (cf.Mt 25, 31-46) nos presentará el gran cuadro del juicio final. En esta parábola, el Hijo del hombre en su gloria, rodeado por sus ángeles, se comporta como el pastor que separa las ovejas de las cabras y pone a los justos a su derecha y a los réprobos a su izquierda. Invita a los justos a entrar en la herencia preparada desde siempre para ellos, mientras que a los réprobos los condena al fuego eterno, preparado para el diablo y para los demás ángeles rebeldes.
Es decisivo el criterio del juicio. Este criterio es el amor, la caridad concreta con el prójimo, en particular con los "pequeños", con las personas que atraviesan más dificultades: los que tienen hambre y sed, los forasteros, los desnudos, los enfermos, los presos. El rey declara solemnemente a todos que lo que han hecho o no han hecho a ellos, lo han hecho o no lo han hecho a él mismo. Es decir, Cristo se identifica con sus "hermanos más pequeños" y en el juicio final se dará cuenta de lo que ya se realizó en la vida terrena.
Queridos hermanos y hermanas, esto es lo que le interesa a Dios. No le importa la realeza histórica; lo que quiere es reinar en el corazón de las personas y desde allí en el mundo: él es rey de todo el universo, pero el punto crítico, la zona donde su reino corre peligro, es nuestro corazón, porque en él Dios se encuentra con nuestra libertad. Nosotros, y sólo nosotros, podemos impedirle reinar en nosotros mismos y, por tanto, podemos poner obstáculos a su realeza en el mundo: en la familia, en la sociedad y en la historia. Nosotros, hombres y mujeres, tenemos la posibilidad de elegir con quién queremos aliarnos: con Cristo y con sus ángeles, o con el diablo y con sus seguidores, para usar el mismo lenguaje del Evangelio. A nosotros corresponde la decisión de practicar la justicia o la iniquidad, abrazar el amor y el perdón o la venganza y el odio homicida. De esto depende nuestra salvación personal, pero también la salvación del mundo.
Por eso Jesús quiere asociarnos a su realeza; por eso nos invita a colaborar en la venida de su reino de amor, de justicia y de paz. Debemos responderle, no con palabras, sino con obras: eligiendo el camino del amor operante y generoso al prójimo, le permitimos extender su señorío en el tiempo y en el espacio.

Benedicto XVI, 22 de noviembre de 2008