SIEMPRE LA HUMILDAD POR DELANTE
No está el amor de Dios en llorar ni sentir gustos y ternura, que casi siempre los deseamos y nos consolamos con ellos, sino en servir con justicia y fortaleza de alma y humildad (V 11, 14).
¡Siempre la humildad por delante para entender que no han de venir estas fuerzas de las nuestras! (V 13, 4; CN 3).