2 de noviembre.- Conmemoración de los fieles difuntos
COMENTARIO AL EVANGELIO
San Jérónimo
Ante la dureza de la muerte y su cruelísima fatalidad, nos sotiene el consuelo de que en breve hemos de ver a aquellos por cuya ausencia lloramos. Y n siquiera se la llama muerte, sino dormiciñon y sueño. Por eso, el bienaventurado Apóstol prohibe que nos entristezcamos por los que duermen, de modo que si sabemos que duermen, creamos que pueden despertar, y una vez terminado su sueño podrán velar con los santos y decir con los ángeles: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. En el cielo, donde no hay pecado, todo es gloria y perpetua alabanza y cántico incensantes. Pero en la tierra, donde impera la sedicion, las guerras y las discordias, hay que suplicar por la paz, una paz no para todos, sino para los de buena voluntad y que merecen oir el saludo apóstolico: a vosotros gracia y paz se multipliquen de parte de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo, cuyo sitio está en la paz y su morada en Sion, esto es, en la atalaya, en la sublimidad de la doctrina y de la virtud , en el alma del creyente, cuyo angel se ve cosntamente el rostro de Dios y contempla a cara descubierta la gloria del Señor.