domingo, 20 de septiembre de 2020

SOPORTARÉ RESIGNADO MIS SUFRIMIENTOS, PARA QUE SE ME CONCEDA LA GLORIA FUTURA. San Jerónimo



COMENTARIO AL EVANGELIO
Carta a Castriciano. San Jerónimo
XV domingo después de Pentecostés
Te ruego que no pienses que la enfermedad que sufres te haya venido por tus pecados, que fue lo que sospecharon los apóstoles a propósito del que había nacido ciego desde el vientre de su madre, y por eso, preguntaron al Salvador quién había pecado, él o sus padres, para que naciera ciego; pero escucharon del Señor: ni él ni sus padres, es para que se manifieste en él las obras de Dios. Y a la verdad, cuántos paganos, judíos, herejes y seguidores de las más diversas doctrinas podemos ver revolcándose en el cieno de los placeres, rezumando sangre, superando por su ferocidad a los lobos y por sus rapiñas a los milanos, y sin embargo, el azote no se acerca a su tienda ni son flagelados como los demás hombres; y eso mismo hace que se envalentonen contra Dios y al cielo desafíen con su mirada. Y por el contrario sabemos de santos varones que son atormentados por las enfermedades, las miserias y la indigencia; y que acaso están tentados a decir: ¿para qué he limpiado yo mi corazón y he lavado en la inocencia mis manos? Pero corrigiéndose inmediatamente dicen: si así hablara, renegaría de la estirpe de tus hijos. SI piensas que el pecado es causa de la ceguera y que una cosa como ésta, que a menudo remedian los médicos nos viene de la ira de Dios, tendrás que acusar a Isaac, que careció de esta luz terrena hasta el punto de bendecir, engañado por un error, a quien no hubiera querido; tendrás que inculpar también a Jacob, cuya vista se había oscurecido, y mientras con los ojos interiores y en espíritu profético contemplaba lo que iba de linaje real, era incapaz de ver a Efraín y Manasés. ¿Quién de entre los reyes fue más santo que Josías? Y fue cosido por la espada egipcia. ¿Quién ha sido más sublime que Pedro y Pablo? Y ensangrentaron la espada de Nerón. Y para no hablar de hombres, el Hijo de Dios sufrió la afrenta de la cruz. ¿Y tiene tú por dichosos a los que disfrutan de la felicidad y los placeres de este siglo? Bastante castigo es que Dios no se irrite con los que pecan. De ahí que en Ezequiel  se dice a Jerusalén: ya no me irritaré contra ti y se apartará de ti mi celo. Por el Señor a quien ama, lo corrige, y castiga a todo el que recibe por hijo. El padre únicamente corrige al que ama; el maestro únicamente reprende al alumno que ve de más agudo ingenio; si el médico  deja de curar, es que ha perdido toda esperanza.  Y si tu replicaras que así como Lázaro recibió los males en su vida, así yo también soportaré resignado mis sufrimientos, para que se me conceda la gloria futura, el Señor no tomará venganza dos veces de los mismo.