domingo, 13 de enero de 2019

LA NECESIDAD DE LA OBEDIENCIA. San Juan Bautista de la Salle



FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA
I domingo después de Epifanía

Sobre la necesidad de la obediencia
San Juan Bautista de la Salle

Refiérese en el evangelio de hoy que a san José y la Virgen María fueron a Jerusalén con Jesús, cuando Éste tenía doce años, para celebrar la fiesta de Pascua. Al regreso, después de transcurridos los días de la fiesta, como Jesús se quedara en Jerusalén, sus padres desanduvieron el camino para ir en su busca y, luego de hallarle entre los doctores, le llevaron consigo a Nazaret, donde les estaba sujeto ", según dice san Lucas (1).
Eso es cuanto el Evangelio nos revela sobre la estancia de Jesús en Nazaret, hasta que salió de allí para anunciar el Reino de Dios. ¡Lección admirable para todos los que tienen cargo de instruir a otros en las verdades cristianas!
Jesucristo se dispuso por la sujeción y la obediencia a realizar la magna empresa de redimir a los hombres y convertir las almas; porque sabía que nada puede conseguirlo de modo tan útil y seguro como el prepararse a ello ejercitándose durante mucho tiempo en la vida humilde y sumisa.
Este es el motivo de que en la primitiva Iglesia, sobre todo en Oriente, se escogiera de ordinario para obispos a quienes habían vivido durante mucho tiempo sujetos a la obediencia.
Vosotros, llamados por Dios a un empleo que os compromete a trabajar en la salvación de las almas, debéis prepararos a ejercerlo con la práctica prolongada de esta virtud, a fin de haceros dignos de tan santo empleo y de estar en condiciones de producir en él copiosos frutos. Cuanto mejor correspondáis a la gracia de Jesucristo, el cual os quiere tan perfectos en la virtud de la obediencia; tanto más bendecirá Dios vuestros trabajos; porque quien obedece a los superiores, a Dios mismo obedece.
Otro de los motivos que han de moveros a obedecer puntualmente, es que el primer fin que todos hubimos de proponernos al venir a esta casa fue obedecer a quienes la dirigen; pues, como dice muy bien san Buenaventura, la obediencia es fundamento de las comunidades; si ésta les falta, verán pronto la ruina. Y santa Teresa enseña también de modo excelente que ninguna comunidad puede persistir sin la obediencia, y ni siquiera nombre de comunidad merecería si tal virtud no se observase en ella, aun cuando se practicaran de modo eminente todas las demás.
Ocurriría lo referido por Casiano de aquellos cenobitas que, por vivir sin obediencia, constituían, a juicio de los antiguos padres del desierto, más bien un monstruo que un cuerpo de comunidad.
La práctica de la obediencia fue también lo primero que enseñó el ángel al abad Postumio, al manifestarle, de parte de Dios, que la primera regla para cuantos han de vivir en común es obedecer a quienes han sido propuestos para dirigirlos.
La mera razón pone también de manifiesto la necesidad de obedecer que hay en toda sociedad religiosa; pues la obediencia es la virtud que establece el orden y la unión, la paz y tranquilidad entre quienes la componen. Efectivamente, si esa virtud falta, si cada uno obra a su antojo, no pueden tardar en introducirse la turbación, el desorden y desconcierto, que lo revolverán todo de arriba abajo; pues " toda casa donde haya división será destruida " (2), dice san Marcos (*).
Ya que la obediencia es la más necesaria de las virtudes que deben practicarse en toda comunidad; sea ella objeto de vuestra particular aplicación. Sin obediencia no podríamos permanecer por mucho tiempo en nuestro estado.
Según enseña santo Tomás, a cada estado le corresponde su gracia particular, que le es específica y, por consiguiente, necesaria a quienes lo han abrazado para santificarse y salvarse. Esta gracia es la gracia de la obediencia para cada uno de vosotros; porque la obediencia ha de constituir el carácter propio de las personas que viven en comunidad; es lo que debe distinguirlas de quienes viven en el siglo y conservan el uso de su albedrío.
Por eso dice san Lorenzo Justiniano que quien aspire a formar parte de alguna sociedad religiosa, debe ante todo empezar por despojarse de la propia voluntad. San Bernardo, para dar a entender que tal despojo es lo que santifica, manifiesta que así viene significado por estas palabras que Jesucristo propone en el Evangelio como primer medio de perfección: Renúnciate a ti mismo (3).
Y san Vicente Ferrer afirma que Jesucristo no dará nunca su gracia a quien se niegue, en la religión, a dejarse conducir por sus superiores.
Supuesto, pues, que nadie puede salvarse sin la peculiar gracia de su estado, y que esta gracia para quienes viven en comunidad es la obediencia; los religiosos han de poner todo su empeño en poseer dicha virtud con la mayor perfección que les fuere posible.
Es verdad que vosotros, para cumplir las obligaciones inherentes al empleo exterior que desempeñáis, debéis ejercitaros también en otras virtudes; pero tened por seguro que no satisfaréis jamás cumplidamente aquellas obligaciones, si no poseéis a la perfección la virtud de la obediencia.
Por tanto, considerad como dichas para vosotros las siguientes palabras del papa san Gregorio en sus Diálogos: " La primera y principal virtud de que habéis de hacer profesión es la obediencia, porque será en vosotros el manantial de todas las otras virtudes y de vuestra santificación ".