3ª
APARICIÓN DE LA VIRGEN
FÁTIMA, 13 DE JULIO DE 1917
“-¿Qué desea de mí?, pregunté.
-Quiero que volváis el trece del mes que viene
y que continuéis rezando el rosario todos los días en honra de nuestra Señora
del Rosario, para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra, porque sólo
Ella os puede ayudar.
-Quería que nos dijese quién es y que
hiciera un milagro para que todos crean que usted se nos aparece.
-Continuad viniendo todos los meses.
En octubre diré quien soy y lo que quiero, y haré un milagro para que todos
vean y crean.
Aquí hice algunas peticiones que ahora
no recuerdo bien. Lo que me acuerdo es que nuestra Señora dijo que para
alcanzar durante el año las gracias que pedían era necesario que rezasen el
rosario. Y continuó:
-Sacrificaos por los pecadores y decid
muchas veces, sobre todo cuando hagáis algún sacrificio: Jesús, por vuestro
amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados
cometidos contra el Inmaculado Corazón de María.
Al decir estas palabras, de nuevo
abrió las manos como en los meses anteriores. El reflejo pareció penetrar la
tierra y vimos como un mar de fuego. Sumergidos en este fuego estaban los
demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas
con forma humana. Llevados por las llamas que de ellos mismos salían,
juntamente con horribles nubes de humo, flotaban en aquel fuego y luego caían
para todos los lados igual que pavesas en los grandes incendios sin peso y sin
equilibrio, entre gritos de dolor y
desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de espanto. Debió ser ante
esta visión cuando dije aquél “¡Ay!”, que dicen me oyeron.
Los demonios se distinguían por formas
horribles y repugnantes de animales es-pantosos y desconocidos, pero transpa-rentes
igual que carbones encendidos.
Asustados y como para pedir socorro,
levantamos la vista a nuestra Señora que nos dijo con bondad y tristeza:
-Visteis el infierno donde van las
almas de los pobres pecadores. Para salvarlos Dios quiere establecer en el
mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os diga se
salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar. Pero si no dejan de
ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cundo veáis una
noche alumbrada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo
por sus crímenes por medio de la guerra, el hambre y las persecuciones a la
Iglesia y al Santo Padre.
Para impedirlo vendré a pedir la
consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los
primeros sábados. Si atendieran a mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz;
si no, ella esparcirá sus errores por el mundo promoviendo guerras y
persecuciones contra la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre
tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniqui-ladas. Por fin mi Corazón
Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia que se convertirá y
será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservarán siempre
los dogmas de la fe, etc.…, esto no se lo digáis a nadie. A Francisco sí,
podéis decírselo.
Cuando recéis el rosario decid después
de cada misterio: “Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno,
lleva al cielo a todas las almas y especialmente a las que más lo necesiten”.
Se siguió un momento de silencio y
pregunté:
-¿No quiere más de mí?
-No, hoy no quiero más.
Y, como
de costumbre, comenzó a elevarse en dirección al este, despareciendo en la
inmensa lejanía del firmamento”.