Comentario
al Evangelio
VI DOMINGO DESPUES DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
MISERICORDIA DIVINA. El atributo divino más
celebrado por las Sagradas Escrituras es el de la misericordia. Su misericordia está en todas sus criaturas (Ps.
144,9). Es Yahvé poderoso y
benigno, tardo a la ira; es clementísimo (Ps. 102,8).
Dios
es misericordioso por tres razones:
1.-POR
SU OMNIPOTENCIA. La Sabiduría (12,16) dice: Tu
poder soberano te autoriza para perdonar a todos. ¡Oh Señor!, nuestramos tu
poder con el perdón.
San
Agustín nos dice que Dios es misericordioso porque es poderoso. La clemencia es
una prueba del poder, Dios ha hecho que el león no se irrite por gritos
pequeños, y, en cambio, a las bestias más feroces las ha hecho pequeñas, como
los insectos. La naturaleza, pues, ha unido la clemencia con el poder de las
fieras y ha despojado de la fuerza a los animales más crueles (cf. Serm. 213,1). La creación nos muestra el
poder infinito de Dios; la redención, su clemencia infinita. Estoy más obligado
a los sufrimientos de Dios que a su poder creador. Dios manifestó su poder a
todas las criaturas, pero su clemencia al hombre solamente.
2.-POR
SU NATURALEZA. San Agustín (cf. Sobre la
visita a los enfermos, c. 5 l.1) exclama: ¡Oh, Dios mío, Dios mío! ¿me
atreveré a decirlo? Tened piedad de mi atrevimiento; porque estoy lleno de
alegría, lo diré con alegría, y lo diré casi en éxtasis, resumiendo vuestra
bondad. Si no fueseis Dios, seríais injusto; si no fueseis Dios, no seríais
justo. ¿Por qué? Porque cometemos y nos obstinamos y gozamos en los más graves
pecados, los publicamos y provocamos vuestra cólera, y vos, Señor, desplegáis
vuestra misericordia, soportáis al pecador que se gloria, ¡Oh Dios mío, o
misericordia mía! ¿no es eso ser injusto? No, la injusticia no puede darse en
Dios; no sabe ser Dios más que doblegándose y compadeciéndose de nuestra
miseria. ¿Qué digo? Nada más justo que vuestra misericordia, y si no fueseis
misericordioso no seríais Dios, porque es muy justo y conveniente que el que no
necesita de nadie tenga misericordia de todos.
San
Bernardo (cf. Serm. 5º sobre la Natividad
3) dice que el principio de su misericordia está en Él mismo, en su bondad,
y en que el principio de la venganza divina está en nosotros, en el pecado. Por
lo tanto, la misericordia se deriva de la misma naturaleza de Dios, mientras
que el castigo es una cosa extraña que le viene de nosotros. Destruid el
pecado, y Dios no sabrá castigar, no sabrá dar más que la gloria, no sabrá más
que ser misericordioso y clemente.
San
Ambrosio (cf, Sobre el patriarca José, c
11) dice que José, para retener a Benjamín, puso dentro de su saco una copa. El
saco de Benjamín es nuestra naturaleza; la copa es la gracia. José no encontró
en el saco de Benjamín más que lo que él mismo había puesto; Dios no encuentra
en nuestra alma sino sus propios dones.
3.-POR
SU EXPERIENCIA. Sus sufrimientos le enseñaron a ser misericordioso. Estaba
lleno de esta virtud gracias a su naturaleza divina, pero quiso encarnarse para
conocer la misericordia según la carne. Cuan
benigno es un padre para con sus hijos, tan benigno es Dios para con los que le
temen, pues Él conoce bien de que hemos sido hechos (Ps. 102,13). Por mi vida, dice el Señor, que yo no me
gozo en la muerte del pecador (Ez. 33,11); esto es, yo no soy más que vida,
y la vida no quiere sino vivificar, como el calor calentar. El Señor no desecha para siempre, sino que
después de afligir se compadece según su gran misericordia, porque no aflige
por gusto ni de grado acongoja a los hijos de los hombres (Thren. 3,31). El
abismo de la misericordia divina es atraído por el abismo de la misericordia
humana.
El
Apóstol se refiere a la sangra de Jesús, que
habla mejor que la fe de Abel (Hebr. 12,24), porque la una pedía justicia,
y la otra misericordia ¿Cuál es el grito de la sangre de Cristo? Sed
misericordiosos, como lo es Dios, que de
día dispensa su gracia, y de noche me acompaña (Ps. 41,9). Sed, pues,
misericordiosos mientras dura el día, porque, cuando venga la noche de la
muerte, se manifestaran los frutos de la misericordia.
NUESTRA MISERICORDIA. ¿Qué misericordia es esta que
debemos devolver al Señor? El Crisóstomo (cf. Hom. 80 sobre San Mateo)
nos dice que Cristo se ha transfigurado en los pobres para que no nos de
vergüenza darles limosna. Registremos los pasajes referentes a la limosna. Bienaventurados los pobres, porque de ellos
es el reino de los cielos (Mt. 5,3).
Haceos amigos con las riquezas de la iniquidad (Lc. 16,9). Sed misericordiosos como vuestro Padre
celestial (Lc. 6,36). Dios quiere
misericordia y no sacrificio (Os. 6,6). En todo esto consiste la
misericordia que Dios nos pide.
La
misericordia nos asemeja a Dios, de quien nos hace hijos. Como elegidos de Dios, santos y amador, revestíos de misericordia (Col.
3,12). No seáis duros como piedras; esforzaos en amaros mutuamente, dejaos
emocionar por las miserias y necesidades del prójimo. El Apóstol coloca entre
los criminales a los despiadados (Rom. 1,31).
Santo Tomás de Villanueva
Por gentileza de Dña. Ana María Galvez