LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN INMACULADO.
Dom Gueranger
22 de agosto
INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN INMACULADO. — La devoción al Corazón Inmaculado de María es tan antigua como el cristianismo. El Espíritu Santo nos lo enseñó por San Lucas, el evangelista de la infancia del Salvador: “María guardaba todas estas palabras, y las meditaba en su Corazón… Y la Madre de Jesús guardaba todas estas cosas en su corazón”. Tal es el origen de esta devoción que, andando el tiempo, excitaría a los fieles a dar a María el honor y el amor que se la deben. Las perfecciones de éste Corazón las han cantado los mayores Doctores de la Iglesia: San Ambrosio, San Agustín, San Juan Crisóstomo, San León, San Bernardo, San Buenaventura, San Bernardino de Sena, las dos grandes monjas Santa Gertrudis y Santa Mectildis… pero en el siglo XVII, San Juan Eudes, “padre, doctor y apóstol del culto del Sagrado Corazón”, antes lo fué del purísimo Corazón de María, y del dominio de la piedad privada, lo introdujo en la Liturgia católica.
OBJETO DE ESTA DEVOCIÓN. — El objeto de esta devoción él mismo nos lo ha dicho: “En el corazón santísimo de la predilecta Madre de Dios, pretendemos y deseamos sobre todo reverenciar y honrar la facultad y capacidad de amor, tanto natural como sobrenatural, que existe en esa Madre de amor y que ella empleó toda en amar a Dios y al prójimo. La palabra corazón significa el corazón material y corporal que llevamos en nuestro pecho, órgano y símbolo del amor; también se toma por la memoria y por el entendimiento, con el cual hacemos la medisino también para ser nuestro corazón, de modo que, siendo miembros de Jesús e hijos de María no tengamos más que un corazón con nuestra Cabeza y nuestra divina Madre y que hagamos todas nuestras acciones con el Corazón de Jesús y de María”.
Y ¡cómo pueden los hombres, al darse más y más cuenta de lo que deben a su Madre, no creerse obligados a mostrarla su agradecimiento y su amor! Si Nuestra Señora nos dio su Corazón, ¿no es justo que nosotros la demos el nuestro para que ella le purifique, le santifique y en él establezca el reino de Dios y se le entregue a Jesús, y que se le demos por una consagración completa y perfecta de nosotros mismos, como aconsejan los Santos y especialmente San Griñón de Monfort?
CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO.—Pero, si la consagración de un alma individual a María, la acarrea las más grandes gracias, ¿qué frutos deberemos esperar de una consagración de todo el género humano hecha por el Sumo Pontífice? La Virgen misma se dignó anunciar que esto la agradaría. Y, por eso, el 8 de diciembre de 1942, Su Santidad Pío XII, respondiendo con júbilo al deseo de Nuestra Señora de Fátima, lleno de confianza en la mediación universal de la Reina de la Paz, consagró solemnemente al género humano al Inmaculado Corazón de María. Todas las naciones católicas se unieron al supremo Pastor.