viernes, 7 de mayo de 2021

MES DE MAYO A LA VIRGEN MARÍA. Día 8

MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN

SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

 

DÍA 8

 

Por la señal …

 

ORACIÓN DEDICATORIA

¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,

cada día pondré guirnalda hermosa

en tus sienes divinas,

y me serán regalos las espinas,

Pues la que nace de ellas, pura rosa,

tantos alcanza en coronarte honores.

Tú en galardón; lo espero, Madre mía;

mi frente humilde ceñirás un día.

 

Canto

 

ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra!  ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano!  ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor.  Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad.  Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.

 

MEDITACIÓN

DÍA OCTAVO

Consideración sobre la muerte.

 

Hemos de morir; hemos de dejar para siempre parientes, amigos, conveniencias, cuanto, tenemos en el mundo, y hasta la propia vida. Mi habitación ha de ser un sepulcro lleno de gusanos; mi casa será la eternidad: feliz o desgraciada, no lo sé. Esta es una verdad que no necesita la fe para ser creída, porque está pasando diariamente a nuestros propios ojos. Mueren los viejos y los niños, los pobres y los ricos, los pecadores y los justos; murió María Santísima, murió Jesucristo; yo también he de morir.

Pero ¿dónde? ¿Cómo? ¿En casa? ¿En la iglesia? ¿En la cama? ¿Yendo de camino? No lo sé. ¿De calentura lenta? ¿De enfermedad aguda? ¿De un accidente? ¿De una caída? No lo sé. ¿Y cuándo ha de ser? ¿De aquí a treinta años? ¿De aquí a veinte? ¿En este mismo año? ¿En este mes? ¿En esta misma noche? No lo sé. Sólo Dios lo sabe, que ha dicho que la muerte vendrá como un ladrón nocturno, cuando menos se piense.

¿Y yo vivo como si nunca hubiese de morir; y sin acordarme siquiera de la muerte? Si muriese ahora mismo, según lo que me dice la conciencia, ¿adónde iría? ¿Acaso de aquí al infierno? Así lo conozco, y este pensamiento me hace temblar, ¿pues cómo no pongo remedio? Voy dilatándolo de un mes para otro, de un día para otro; siempre voy acercándome a la muerte, y siempre duro en mi pecado. ¡Ay de mí! Si llego a morir en pecado, ¿de quién podré quejarme?

 

EJEMPLO

 

Un niño de diez años, devoto de María Santísima, experimentó cuánto vale la protección de esta Señora. Tuvo la fortuna de dar con un buen maestro, que hablaba a sus discípulos de cosas de Dios y de su Madre Santísima. Un día, pues, en que les explicaba la utilidad de la devoción a la Virgen, particularmente para tenerla propicia a la hora de la muerte, el joven, aunque por su edad no debía temer a la muerte , al parecer movido, sin embargo, de las exhortaciones de su maestro, hizo propósito firme, para tenerla dichosa, de invocar con frecuencia a la Sacratísima Virgen con estas palabras: «Dios te salve, Reina y Madre de misericordia» al levantarse, al acostarse, al ir a la escuela, en el juegos y en todas ocasiones repetía con ternura esta breve oración. Le premió su afecto la Madre de la misericordia. Cayó gravemente enfermo, sin duda disponiéndolo así la Virgen para que, con los años, no se entibiase su devoción. Ya estaba expirando cuando se le aparece la reina de los ángeles, con afabilísimo rostro le dice: «hijo mío, ¿me conoces? Yo soy la que tú has invocado tantas veces, yo soy la Madre de la misericordia» A estas palabras alzó el niño los ojos, levantó los brazos al cielo y voló allá como un ángel. ¡Oh, cuánto aprovechó en la escuela en poco tiempo! más le valió mil veces aquella sola explicación de la devoción a María santísima, que si hubiera alcanzado todo el saber del mundo.

 

OBSEQUIO

Besar tres veces en la tierra, diciendo: ¿Por qué te ensoberbeces, polvo y ceniza?


JACULATORIA

Señora, defiéndenos del enemigo malo ahora y en la hora de nuestra muerte.

 

PARA FINALIZAR

3 avemarías

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.