Santo Rosario.
Por la señal...
Monición inicial:
Santa Rosa de Lima nació en Lima (Perú) el año 1586; cuando vivía en su
casa, se dedicó ya a una vida de piedad y de virtud, y, cuando vistió el hábito
de la tercera Orden de santo Domingo, hizo grandes progresos en el camino de la
penitencia y de la contemplación mística. Murió el día 24 de agosto del año
1617.
Su confianza en la Virgen María era muy grande y gustaba de tejerle
espiritualmente vestidos a Nuestra Señora con las muchísimas oraciones que
recitaba en su honor. Tan convencida estaba de la intercesión poderosa de la
Reina del Cielo que ante el ataque de los piratas a su ciudad decía a su madre:
“No se ría, madre mía, vuestra merced verá
cómo con este rosario de la Madre de
Dios, los tengo que rendir a todos.” Con sus palabras, meditamos los
misterios gozosos.
Señor mío
Jesucristo...
MISTERIOS
GOZOSOS
1.- La encarnación del Hijo de Dios en las entrañas purísimas de
la Virgen María.
“Ángel de mi guarda, vuela
y dile a mi Dios que porqué se tarda..”
"Joven
celestial, vuela al Creador, dile que sin vida ya viviendo estoy, dile de mis
ansias el grande rigor pues vive el que espera y me muero yo. Ruégale que venga
hacia mí veloz, y muéstreme su rostro que muero de amor.”
2.-La Visitación de Nuestra Señora a su prima santa Isabel.
"Cuando servimos
a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar
a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús.”
3.-El nacimiento del Niño Dios en el portal de Belén
“Amemos mucho a Dios,
a Dios amemos, Amor es Dios, Dios es Amor..”
“Amemos mucho a Dios.
¡Oh, quién le amase! No le aman, porque no saben lo mucho que merece ser amado.”
4.-La purificación de Nuestra Señora y presentación del Niño
Jesús en el templo
""Si supieran
lo hermosa que es un alma sin pecado, estarían dispuestos a sufrir cualquier
martirio con tal de mantener el alma en gracia de Dios". "
5.- El niño Jesús perdido y hallado en el templo
“Señor mío y Dios
mío! ¿Cómo es posible que haya quien que deje de amaros?...Pero yo, mi buen
Jesús, ¿cuándo comenzaré a amaros como merecéis?... ¡Ay de mí, y qué lejos
estoy de aquel amor perfecto, íntimo, robustísimo que os debo!¡Oh, cómo me
avergüenza mi tibieza!¿De qué me sirve este corazón que tengo?, ¿Para qué lo
quiero si hasta ahora no se ha reducido a cenizas al fuego de tu amor...?”