domingo, 30 de abril de 2017

LOS PASTORES Y EL PASTOR. Santo Tomás de Villanueva




Comentario al Evangelio

II DOMINGO DE PASCUA, DOMINGO DEL BUEN PASTOR
Forma Extraordinaria del Rito Romano

Los pastores y el Pastor. El Señor, ante la excelencia de las almas, rescatadas con su sangre y llevadas en vaso tan frágil, no las quiso abandonar a nuestra prudencia, sino que constituyó numerosos custodios de esa ciudad, ángeles por ejemplo, y sacerdotes, aunque en realidad, si Dios no la defiende, inútilmente vigilan todos (Ps. 126,2). Él es, realmente, el Pastor supremo. Eligió los pastores de su Iglesia por medio de la vocación, a la que debemos corresponder cooperando a la gracia. ¡Ojalá Dios obrase siempre como el día de Pentecostés, produciendo serafines en la tierra! Pero hoy no lo hace tan directamente, y hay hombres que se oponen al llamamiento divino y no quieren ser responsables de pecados ajenos, mientras que otros se atreven a llegar al sacerdocio por su cuenta y razón, y merecen la respuesta del Señor a Pedro: Retírate de mí, Satanás (Mt. 16,23).
En cambio, Cristo nuestro Señor, que rarísimamente se alaba de sus virtudes, se alabó de ser el buen Pastor. Pero un buen Pastor que se diferencia del mercenario.
“Póngase un ejemplo del pacto del demonio con ciertos pastores. –Toma la oveja y dame su lana. –Tú, ¿Qué quieres? –Su alma. –Yo quiero su provecho. –Pues dame las almas, termina el demonio y quédate tú con la ganancia”.  Este es el dialogo entre Satán y el mercenario.

Cualidades del Buen Pastor
a.-ALIMENTA A SUS OVEJAS. Con el pasto corporal, que El creó todo cuanto nos sostiene. Con el espiritual de su doctrina e inspiraciones, pues el hombre no vive solo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt. 4,4). Con el alimento de la gloria, donde Dios mismo es manjar. Comentando el versículo: Dime, tú, amado de mi alma donde pastoras, donde sesteas al mediodía (Cant. 1,7), se extiende en afectos y presenta al alma que en medio de los peligros de la noche y de este mundo quiere buscar los pastos en pleno día. Estos pastos son el mismo Señor, monte lleno (Ez. 34,14; Ps. 67,16)
b.-CONOCE A SUS OVEJAS. “Hablad alto contra los prelados irresidentes”. Dios lo conoce todo, pero con ciencia de aprobación solo conoce a los buenos, a quienes se puede aplicar la frase de San Pablo (2 Cor. 1,22): Nos ha sellado y ha depositado las arras del Espíritu en nuestros corazones. “Las trazas por donde Dios nos conoce son las de sus ojos, y la luz de la faz divina es la fe en Cristo. Esta es la señal por la que el Padre nos conoce”. En cambio, hoy quien lleva la señal de la bestia del Apocalipsis. En una alegoría un tanto exagerada dice que lo mismo que pertenecían a Jacob solo las ovejas de colores variados, lo que conseguía poniendo varas de distintos colores en los canales del agua, solo pertenecen a Cristo aquellas ovejas que se distinguen por lo variados colores de la virtud, conseguida plantando las varas descortezadas de todo afecto mundano en los canales, que no son otra cosa sino las llagas del Señor. “Los arcaduces son esas fuentes llenas de sangre divina, las llagas del Redentor. ¿Queréis que nazca en vosotros un buen pensamiento, y concebir un buen deseo, y llegar a transformarlo en obra buena? Plantad vuestros ramos en esa acequia”. Cuando concebís buenos deseos, el demonio pone todos sus esfuerzos y obstáculos para evitar que nazcan. He aquí el remedio: Plantadlos en aquel canal, “poned vuestros santos pensamientos y deseos en aquella agua sagrada de la pasión del Señor, y veréis como no serán estériles. Acordaos de lo que Jesucristo sufrió por vosotros, y os será fácil sufrirlo todo por El. (Hebr. 12,3)
c.-DEFIENDE A LAS OVEJAS. Como un nuevo David, el pastor que luchó con los leones y después fue rey, Cristo luchó primero y después fue coronado.
El mercenario y el ladrón. El primero no defiende a las ovejas ni se ocupa de otra cosa que no sea el propio lucro. El segundo las roba, las mata y entra por la ventana de la simonía. Examinen los gobernantes a que clase pertenecen.
SANTO TOMAS DE VILLANUEVA
Por gentileza de Dña. Ana María Galvez