viernes, 7 de abril de 2017

EL ROSARIO DE HOY CON SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE



Santo Rosario.
Por la señal... 
Monición inicial:  El 7 de abril de 1719, volaba al cielo San Juan Bautista de la Salle, sacerdote francés que  se dedicó con ahínco a la instrucción humana y cristiana de los niños, en especial de los pobres, instituyendo la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Los sufrimientos provocados por la Fundación lo unieron íntimamente a la Pasión de Cristo.
Entre sus meditaciones, dejó escrito estas preguntas que podemos hacérnoslas a nosotros: ¿Rezáis vosotros y hacéis que vuestros alumnos recen el rosario cada día? ¿Con  qué piedad lo recitáis y hacéis que lo reciten? ¿Cumplís con esta oración como tributo que se ofrece (en nuestro Instituto) a la Santísima Virgen y como poderoso medio para atraer sobre él y sobre vuestro empleo su ayuda y protección?
Ofrecemos este rosario por todos aquellos que se dedican a la enseñanza para que su labor no sólo sea profesional sino vocacional.
Señor mío Jesucristo... 
MISTERIOS DOLOROSOS
1. La Oración de Jesús en el Huerto
“Imitad este ejemplo admirable que os da Jesucristo, de no hacer nada por propio impulso, sino dejar que vuestros superiores determinen y ordenen todo lo que tenéis que hacer, hasta en las menores circunstancias. Así es como Jesucristo se abandonó a la voluntad de su Padre, para sufrir y morir cuando y como le pluguiere. Por eso, cuando se preparaba a su pasión y a la muerte que esperaba, orando en el Huerto de los Olivos, manifestó a su Padre que por mucha repugnancia que sintiera por la muerte que preveía y que estaba próxima, deseaba, con todo, que no se atendiese a su voluntad, sino a la de su Padre 10 , a la que se sometía plenamente, como se había abandonado siempre durante su vida; pues no había venido al mundo, como dice en varios lugares del Evangelio, para hacer su propia voluntad, sino la voluntad del que le había enviado ¡Oh, amoroso abandono de la voluntad humana de Jesús, sometida en todo a la voluntad divina, que no mostró otra inclinación ya sea por la vida, ya por la muerte, ya por el momento, o por el género de suplicio en que debía expirar, que la que el Padre Eterno le infundía! Haceos en esto discípulos de Jesús, para no tener otra voluntad que la de Dios.”
2. La flagelación de Jesús atado a la columna.
“El tierno amor de Jesucristo a los pecadores le puso en la disposición no sólo de padecer y morir por nosotros, sino también de concebir ardiente deseo de ello, que lo movía a exclamar, suspirando por la destrucción del pecado: He venido a traer fuego a la tierra, ¿y qué he de desear, sino que arda?  Pero veía que ese fuego de amor de Dios sólo podía arder en nosotros mediante la destrucción del pecado, y que el pecado no podía ser destruido sino por sus padecimientos y por su muerte. Eso es lo que le hacía añadir, al hablar de su muerte: Hay un bautismo con el que tengo que ser bautizado: ¡oh, cuánto me tarda el verlo cumplido! . Con estas palabras dejaba traslucir cuán grande era la pena que experimentaba al ver que el designio de su muerte, que tan beneficiosa había de ser para los hombres, tardase tanto en realizarse; ya que su dilación también retrasaba la salvación de los hombres. ¿No os produce sonrojo que Jesucristo haya deseado tanto vuestra salvación, y que siga deseándola todavía hoy con tanta vehemencia, y que vosotros correspondáis tan mal a tan ardiente deseo?”
3. La coronación de espinas
“¿Se puede contemplar al Hombre-Dios en tan lastimoso estado sin sentir horror del pecado y profundo dolor por los que se han cometido, puesto que no podemos ignorar que fueron nuestros pecados la causa de su muerte y de tantos padecimientos? No querer dejar de pecar es no querer que Él cese de padecer. ¿Acaso no sabemos que con cuantos pecados cometemos, otros tantos tormentos le infligimos? Lo crucificamos de nuevo, según san Pablo, y le causamos otra clase de muerte, que le es aún más dolorosa y más cruel que la primera..”
4. Nuestro Señor con la cruz a cuestas camino del Calvario
“Pensando en lo que Jesucristo sufrió por nosotros, reavivaremos nuestra fe débil y vacilante, y nos dispondremos a sufrir por Dios y a practicar las máximas más opuestas a las inclinaciones de la naturaleza. En efecto, si creemos firmemente y estamos íntimamente persuadidos de que Jesucristo sufrió por nosotros en todas las partes de su cuerpo, ¿cómo podremos amar el placer que se encuentra en el uso de las criaturas, sabiendo que Jesucristo en este mundo sólo amó los sufrimientos y que, como dice san Pablo, llevó su cruz y quiso ser clavado en ella? Este ejemplo debe serviros, igual que a san Pablo, como motivo de gran consuelo, y os debe llevar a sentiros, como él, inundados de gozo en todos vuestros sufrimientos.”
5. La crucifixión y muerte del Señor
“En este mundo hay cruces de ladrones y cruces de Jesús. Las de ladrones, son aquellas que no llevan consigo ninguna gracia, ni comunican movimiento alguno de vida a quienes las soportan, porque no las llevan sino con malas disposiciones. Las de Jesucristo son aquellas que a menudo obran milagros, infunden buenos sentimientos de abnegación y la práctica de otras virtudes. Incluso, a veces, resucitan muertos, al inspirar alejamiento y horror al pecado. La cruz que lleváis vosotros, ¿es la cruz de Jesucristo? ¿En qué lo conocéis? Las dificultades que encontráis, ¿os ayudan a practicar muchas virtudes? Poned atención: si os desalientan y os hacen murmurar, son cruces de ladrones.”