martes, 11 de abril de 2017

MIRA QUE VIENE TU REY. Exhortación en el Domingo de Ramos

“¡Salta de gozo, Sión; 
alégrate, Jerusalén!
Mira que viene tu rey,
justo y triunfador,
pobre y montado en un borrico,
en un pollino de asna.”

Queridos hermanos:
Al conmemorar en este día, la entrada de Nuestro Señor Jesucristo en Jerusalén siendo aclamado por la multitud como el Hijo de David, el bendito de Dios que viene en su nombre, también nosotros saltemos de gozo, alegrémonos, porque viene a nosotros nuestro Rey. No temamos en reconocer a Jesucristo su realeza.
Él es rey: descendiente legal del Rey David a quién Dios había prometido un desciende que se sentaría en su trono para siempre. Él es rey: anunciado así por los profetas. Él es rey: anunciado así a la Virgen Santísima por el ángel Gabriel cuando le dice: “Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” Él es rey: buscado en su nacimiento por los magos de Oriente. Él es rey: y en con su vida y sus milagros hizo presente el Reino de Dios. Él es rey: aclamado hoy por los niños y la multitud al entrar en Jerusalén. Él es rey: Pilatos se lo pregunta y él sin negarlo revela que su reino no es de este mundo.  Él es rey: y así lo declara el motivo de su condena “INRI” – Jesús Nazareno Rey de los Judíos.
Como Herodes en la infancia del Señor, como los Sumos Sacerdotes y los principales del Pueblo en la Pasión, podemos sentir miedo a este Rey que viene a nosotros. Podemos tener temor de que venga a quitarnos algo, a imponernos una ley insoportable… pero todo lo contrario: es un rey que llega a nosotros pobre, humilde y montado en un borrico. El mismo ha dicho: Venid a mí los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré, Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.
No temamos, sino alegrémonos y saltemos de gozo: porque Cristo el Señor viene a nosotros para librarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte y para darnos la verdadera libertad que nos conduce a la felicidad.
No temamos y aclamemos a Cristo Rey como el “Bendito que viene en nombre del Señor”: él es el camino, la verdad y la vida de los hombres… que nos conduce hasta Dios.
No temamos; porque este Rey no viene a buscar prerrogativas, privilegios, poderes y éxitos mundanos… él viene a nosotros buscando la gloria de Dios su Padre y el bien para nosotros: nuestra salvación. Por ello, como escucharemos en la epístola de la santa misa: “Siendo de condición divina, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo,  hecho semejante a los hombres. Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;  de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.”
No temamos, este Rey viene a mostrarnos y quiere padecer su Pasión para mostrarnos su amor – la locura de su amor-: siendo nosotros pecadores, rebeldes, quiso morir por nosotros.
No temamos, este Rey viene a nosotros y quiere padecer su pasión porque siendo probado en todo como nosotros quiso darnos ejemplo de todas las virtudes: “tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo.”
No temamos, este Rey viene a nosotros, y al verlo traicionado, juzgado, maltratado, burlado y crucificado -y la causa de todo ellos fueron nuestros pecados- consideremos la gravedad de nuestras desobediencias y hagamos firme resolución de obedecer y seguir siempre su mandatos.
No temamos, este Rey viene a nosotros y siendo Dios quiso vencer al Diablo y su rebelión de soberbia sufriendo como verdadero hombre la terrible pasión, elevando a los hombres a la condición de hijos de Dios.   
No temamos, doblemos nuestras rodillas, alcemos nuestras voces, proclamemos desde lo hondo de nuestro ser: Hosanna, Bendito el que viene en nombre de Señor.
No temamos y hagamos hoy juramento de no querer servir más a ningún otro señor: Gloria, alabanza y honor te sean dadas, Cristo Rey Redentor nuestro.