miércoles, 5 de abril de 2017

JESÚS EL VERADERO PASTOR. Benedicto XVI



COMENTARIO DEL EVANGELIO DEL DÍA
MIÉRCOLES DE LA I SEMANA DE PASIÓN
Forma Extraordinaria del Rito Romano
La densidad teológica del breve pasaje evangélico que acaba de proclamarse nos ayuda a percibir mejor el sentido y el valor de esta solemne celebración. Jesús habla de sí como del buen Pastor que da la vida eterna a sus ovejas (cf. Jn 10,28). La imagen del pastor está muy arraigada en el Antiguo Testamento y es muy utilizada en la tradición cristiana. Los profetas atribuyen el título de "pastor de Israel" al futuro descendiente de David; por tanto, posee una indudable importancia mesiánica (cf. Ez Ez 34,23). Jesús es el verdadero pastor de Israel porque es el Hijo del hombre, que quiso compartir la condición de los seres humanos para darles la vida nueva y conducirlos a la salvación. Al término "pastor" el evangelista añade significativamente el adjetivo kalós, hermoso, que utiliza únicamente con referencia a Jesús y a su misión. También en el relato de las bodas de Caná el adjetivo kalós se emplea dos veces aplicado al vino ofrecido por Jesús, y es fácil ver en él el símbolo del vino bueno de los tiempos mesiánicos (cf. Jn 2,10).
"Yo les doy (a mis ovejas) la vida eterna y no perecerán jamás" (Jn 10,28). Así afirma Jesús, que poco antes había dicho: "El buen pastor da su vida por las ovejas" (cf. Jn 10,11). San Juan utiliza el verbo tithénai, ofrecer, que repite en los versículos siguientes (Jn 10,15 Jn 10,17 Jn 10,18); encontramos este mismo verbo en el relato de la última Cena, cuando Jesús "se quitó" sus vestidos y después los "volvió a tomar" (cf. Jn 13,4 Jn 13,12). Está claro que de este modo se quiere afirmar que el Redentor dispone con absoluta libertad de su vida, de manera que puede darla y luego recobrarla libremente.
Cristo es el verdadero buen Pastor que dio su vida por las ovejas —por nosotros—, inmolándose en la cruz. Conoce a sus ovejas y sus ovejas lo conocen a él, como el Padre lo conoce y él conoce al Padre (cf. Jn 10,14-15). No se trata de mero conocimiento intelectual, sino de una relación personal profunda; un conocimiento del corazón, propio de quien ama y de quien es amado; de quien es fiel y de quien sabe que, a su vez, puede fiarse; un conocimiento de amor, en virtud del cual el Pastor invita a los suyos a seguirlo, y que se manifiesta plenamente en el don que les hace de la vida eterna (cf. Jn 10,27-28).
Benedicto XVI, 29 de abril de 2007