viernes, 26 de octubre de 2018

PADRE PÍO Y LA DEVOCIÓN A LOS ÁNGELES Y A SAN MIGUEL. Homilía



Conmemoración P. Pio octubre 2018
La devoción a los ángeles y a san Miguel

Queridos hermanos:
Días antes del comienzo del mes de octubre, el papa Francisco hacía una petición a toda la Iglesia de rezar el santo rosario, junto con la antífona mariana Bajo tu amparo nos acogemos y la oración de san Miguel compuesta por el Papa León XIII para recitarla al final de cada santa misa.
Oración que en nuestro rito, en las misas rezadas, se sigue haciendo cada día y que deberíamos aprender de memoria para recitarla tantas veces como nos veamos acechados por las tentaciones del Maligno.
El Papa León XIII compuso esta oración y la mando recitar a toda la Iglesia, espantado por una visión que tuvo: “Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas -dijo el Papa-. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo.”
León XIII pudo comprender que si el demonio no lograba cumplir su propósito en el tiempo permitido, sufriría una derrota humillante. Vio a San Miguel Arcángel aparecer y lanzar a Satanás con sus legiones en el abismo del infierno.
Una mirada panorámica a nuestro mundo, a la misma iglesia, y a los hombres de nuestro tiempo nos hace comprender que Satanás está arrebatando a naciones enteras. Tantas almas, redimidas al precio carísimo de la sangre de Jesucristo, viven olvidados de Dios y la mayoría viven en contra de él y sus mandamientos. Nuevamente se oye en nuestro mundo el grito y el pecado de Satanás: Non Serviam. No obedeceré, no serviré a Dios.
Son tiempos de renovar nuestra devoción y confianza en los santos ángeles; y en particular en San Miguel. Ojalá esta costumbre de rezar a san Miguel no quede en una anécdota de este mes de octubre y se vuelva a su recitación diaria.
Nuestro querido Padre Pío era un gran devoto de San Miguel Arcángel. Desde niño había experimentado su protección contra los ataques de demonio que de diversas formas se le aparecía para hacerle daño. Él tuvo que luchar físicamente contra el Acusador, el Príncipe de este mundo, que buscaba maltratarlo y atormentarlo física y psíquicamente para que se apartase de Dios.
Diariamente Padre Pío se encomendaba a san Miguel. A muchos de sus penitentes  que se confesaban con él les pedía que rezasen a san Miguel, que le tuviesen devoción e incluso que peregrinasen hasta la cercana gruta del Monte Sant´Angelo donde estuvo el gran san Francisco de Asís.
El mismo peregrinó a esta gruta acompañados de sus hermanos religiosos el 3 de julio de 1917. Escuchemos la narración del hecho:
“Al entrar en el santuario, se emocionó profundamente. De repente, al recordar lo que le había sucedido en aquel lugar al Poverello de Asís, que, juzgándose indigno de entrar en la Gruta, se detuvo a la puerta y pasó allí la noche entera ensimismado en oración, se arrodilló y, envuelto en lágrimas, besó con respeto y gran humildad el umbral de la Gruta. Después, y una vez escuchada la explicación del canónigo sacristán, que le mostró la TAU grabada por san Francisco, entró y se postró de rodillas a los pies del altar de san Miguel, en devota y profunda meditación.
Rezó por él, por la provincia religiosa capuchina, por la Iglesia, por la paz en el mundo, por todos sus hermanos de religión y por los soldados expuestos al peligro de la guerra. Todo y a todos encomendó a san Miguel.”
Aquella peregrinación fue acompañada de un hecho prodigioso:
“De la roca de arriba caían de continuo, fruto de la gran humedad, gruesas gotas de agua. Con gran sorpresa de los seminaristas, que enseguida testimoniaron el singular suceso, el Padre Pío permaneció sin mojarse.
Uno de ellos, queriendo hacer una prueba, se colocó junto al venerado Padre, pero muy pronto quedó bañado por el agua.”
Queridos hermanos:
Aprendamos hoy la lección que nos da Padre Pío y como él, seamos devotos de los santos ángeles y de san Miguel Arcángel. Tomemos conciencia de su presencia, invoquémosles con frecuencia, acojámonos a su poderoso intercesión y protección.
El mismo decía a una de sus hijas espirituales:
“¡Qué consolador es saber que cerca de nosotros hay un espíritu que, desde la cuna hasta la tumba, no nos deja ni por un instante, ni siquiera cuando nos atrevemos a pecar.
Y este espíritu celestial nos guía y protege como un amigo, un hermano.
Es muy consolador saber que éste ángel ora sin cesar por nosotros. .
Ofrece a Dios todas nuestras buenas acciones, nuestros pensamientos, nuestros deseos, si son puros.
Por el amor de Dios, no te olvides de este compañero invisible, siempre presente, siempre dispuesto a escucharnos y listo para consolarnos.
¡Oh deliciosa intimidad!, ¡Oh deliciosa compañía! ¡Si tan sólo pudiéramos comprenderlo!
Mantenlo siempre presente en el ojo de tu mente. A menudo recuerda la presencia de este ángel, dale las gracias, órale a él, siempre mantén la buena compañía.
Ábrete tú misma a él y confíale tu sufrimiento a él. Ten un miedo constante de ofender la pureza de su mirada. Sabe esto y mantenlo bien impreso en tu mente. Él es muy delicado, muy sensible.
Dirígete a él en momentos de suprema angustia y experimentarás su ayuda benéfica.
Nunca digas que estás sola en la batalla contra tus enemigos.
Nunca digas que no tienes a nadie a quien puedas abrirte y confiar. Harías para este mensajero celestial una grave equivocación.”

Pidamos a San Miguel por la Iglesia, por todos los cristianos. Encomendemos a los fieles difuntos que serán presentados hoy ante el tribunal de Dios.  Pidamos que purifique nuestras alabanzas y oraciones al presentárselas a Dios.  Pidamos su protección durante nuestra vida y que siempre en la batalla contra el enemigo estamos de su lado, diciendo a una voz: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos. ¿Quién como nuestro Dios?
Que así sea.