Conmemoración
P. Pio octubre 2018
La devoción
a los ángeles y a san Miguel
Queridos
hermanos:
Días antes
del comienzo del mes de octubre, el papa Francisco hacía una petición a toda la
Iglesia de rezar el santo rosario, junto con la antífona mariana Bajo tu amparo
nos acogemos y la oración de san Miguel compuesta por el Papa León XIII para
recitarla al final de cada santa misa.
Oración que
en nuestro rito, en las misas rezadas, se sigue haciendo cada día y que
deberíamos aprender de memoria para recitarla tantas veces como nos veamos
acechados por las tentaciones del Maligno.
El Papa León
XIII compuso esta oración y la mando recitar a toda la Iglesia, espantado por
una visión que tuvo: “Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas
-dijo el Papa-. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo
que él podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le
daba suficiente tiempo y poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años
para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo.”
León XIII
pudo comprender que si el demonio no lograba cumplir su propósito en el tiempo
permitido, sufriría una derrota humillante. Vio a San Miguel Arcángel aparecer
y lanzar a Satanás con sus legiones en el abismo del infierno.
Una mirada
panorámica a nuestro mundo, a la misma iglesia, y a los hombres de nuestro
tiempo nos hace comprender que Satanás está arrebatando a naciones enteras.
Tantas almas, redimidas al precio carísimo de la sangre de Jesucristo, viven
olvidados de Dios y la mayoría viven en contra de él y sus mandamientos.
Nuevamente se oye en nuestro mundo el grito y el pecado de Satanás: Non
Serviam. No obedeceré, no serviré a Dios.
Son tiempos
de renovar nuestra devoción y confianza en los santos ángeles; y en particular
en San Miguel. Ojalá esta costumbre de rezar a san Miguel no quede en una
anécdota de este mes de octubre y se vuelva a su recitación diaria.
Nuestro
querido Padre Pío era un gran devoto de San Miguel Arcángel. Desde niño había
experimentado su protección contra los ataques de demonio que de diversas
formas se le aparecía para hacerle daño. Él tuvo que luchar físicamente contra
el Acusador, el Príncipe de este mundo, que buscaba maltratarlo y atormentarlo
física y psíquicamente para que se apartase de Dios.
Diariamente
Padre Pío se encomendaba a san Miguel. A muchos de sus penitentes que se confesaban con él les pedía que
rezasen a san Miguel, que le tuviesen devoción e incluso que peregrinasen hasta
la cercana gruta del Monte Sant´Angelo donde estuvo el gran san Francisco de
Asís.
El mismo
peregrinó a esta gruta acompañados de sus hermanos religiosos el 3 de julio de
1917. Escuchemos la narración del hecho:
“Al entrar
en el santuario, se emocionó profundamente. De repente, al recordar lo que le
había sucedido en aquel lugar al Poverello de Asís, que, juzgándose indigno de
entrar en la Gruta, se detuvo a la puerta y pasó allí la noche entera
ensimismado en oración, se arrodilló y, envuelto en lágrimas, besó con respeto
y gran humildad el umbral de la Gruta. Después, y una vez escuchada la
explicación del canónigo sacristán, que le mostró la TAU grabada por san
Francisco, entró y se postró de rodillas a los pies del altar de san Miguel, en
devota y profunda meditación.
Rezó por él,
por la provincia religiosa capuchina, por la Iglesia, por la paz en el mundo,
por todos sus hermanos de religión y por los soldados expuestos al peligro de
la guerra. Todo y a todos encomendó a san Miguel.”
Aquella
peregrinación fue acompañada de un hecho prodigioso:
“De la roca
de arriba caían de continuo, fruto de la gran humedad, gruesas gotas de agua.
Con gran sorpresa de los seminaristas, que enseguida testimoniaron el singular
suceso, el Padre Pío permaneció sin mojarse.
Uno de ellos,
queriendo hacer una prueba, se colocó junto al venerado Padre, pero muy pronto
quedó bañado por el agua.”
Queridos
hermanos:
Aprendamos
hoy la lección que nos da Padre Pío y como él, seamos devotos de los santos
ángeles y de san Miguel Arcángel. Tomemos conciencia de su presencia,
invoquémosles con frecuencia, acojámonos a su poderoso intercesión y
protección.
El mismo
decía a una de sus hijas espirituales:
“¡Qué
consolador es saber que cerca de nosotros hay un espíritu que, desde la cuna
hasta la tumba, no nos deja ni por un instante, ni siquiera cuando nos
atrevemos a pecar.
Y este
espíritu celestial nos guía y protege como un amigo, un hermano.
Es muy
consolador saber que éste ángel ora sin cesar por nosotros. .
Ofrece a
Dios todas nuestras buenas acciones, nuestros pensamientos, nuestros deseos, si
son puros.
Por el amor
de Dios, no te olvides de este compañero invisible, siempre presente, siempre
dispuesto a escucharnos y listo para consolarnos.
¡Oh
deliciosa intimidad!, ¡Oh deliciosa compañía! ¡Si tan sólo pudiéramos
comprenderlo!
Mantenlo
siempre presente en el ojo de tu mente. A menudo recuerda la presencia de este
ángel, dale las gracias, órale a él, siempre mantén la buena compañía.
Ábrete tú
misma a él y confíale tu sufrimiento a él. Ten un miedo constante de ofender la
pureza de su mirada. Sabe esto y mantenlo bien impreso en tu mente. Él es muy
delicado, muy sensible.
Dirígete a
él en momentos de suprema angustia y experimentarás su ayuda benéfica.
Nunca digas
que estás sola en la batalla contra tus enemigos.
Nunca digas
que no tienes a nadie a quien puedas abrirte y confiar. Harías para este
mensajero celestial una grave equivocación.”
Pidamos a
San Miguel por la Iglesia, por todos los cristianos. Encomendemos a los fieles
difuntos que serán presentados hoy ante el tribunal de Dios. Pidamos que purifique nuestras alabanzas y
oraciones al presentárselas a Dios. Pidamos
su protección durante nuestra vida y que siempre en la batalla contra el
enemigo estamos de su lado, diciendo a una voz: Santo, Santo, Santo es el Señor
Dios de los ejércitos. ¿Quién como nuestro Dios?
Que así sea.