COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO
EL SANTO NOMBRE DE JESÚS
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO
"Y le pondrás por nombre Jesús." Las palabras del ángel permanecen
totalmente en la concepción religiosa del Antiguo Testamento y, no obstante, la
superan. A partir de la nueva situación reciben un nuevo realismo, una densidad
y una fuerza antes inimaginable. Todavía no ha sido objeto de reflexión el
misterio trinitario, no se ha desarrollado aún hasta llegar a la doctrina
definitiva. Aparece por sí mismo gracias al modo de obrar de Dios prefigurado
en el Antiguo Testamento; aparece en el acontecimiento sin llegar a ser
doctrina. De igual modo, tampoco el concepto del ser Hijo, propio del Niño, se
profundiza y desarrolla hasta la dimensión metafísica. Así, todo se mantiene en
el ámbito de la concepción religiosa judía. Y, sin embargo, las mismas palabras
antiguas, a causa del acontecimiento nuevo que expresan e interpretan, están
nuevamente en camino, van más allá de sí mismas. Precisamente en su simplicidad
reciben una nueva grandeza casi desconcertante, pero que se desarrollará en el
camino de Jesús y en el camino de los creyentes. También en este contexto se
coloca el nombre «Jesús», que el ángel atribuye al niño, tanto en Lucas (1,31)
como en Mateo (1,21). El nombre de Jesús contiene de manera escondida el
tetragrama, el nombre misterioso del Horeb, ampliado hasta la afirmación:
Dios salva. El nombre del Sinaí, que había quedado como quien dice incompleto,
es pronunciado hasta el fondo. El Dios que es, es el Dios presente y salvador.
La revelación del nombre de Dios, iniciada en la zarza ardiente, es llevada a
su cumplimento en Jesús (cf. Jn 17,26).
Benedicto XVI