miércoles, 9 de noviembre de 2022

9 de noviembre. La dedicación de la Archibasílica del Salvador

 


9 de noviembre. La dedicación de la Archibasílica del Salvador

Los ritos de la Iglesia en la consagración de los templos y de los altares, fueron instituidos por el Papa S. Silvestre I. Aunque desde el tiempo de los Apóstoles existían lugares consagrados a Dios, llamados ora oratorios, ora iglesias, en donde el pueblo cristiano se reunía los domingos, para orar, escuchar la palabra divina y recibir la Eucaristía, aquellos lugares no eran consagrados con tanta solemnidad, ni aun había en ellos altar erigido en título y ungido con el santo crisma para representar a Jesucristo, el cual es nuestro verdadero altar, nuestra verdadera hostia y nuestro verdadero sacerdote.

Cuando el emperador Constantino consiguió por el bautismo la salud de alma y cuerpo, muy pronto promulgó una ley que facultaba por primera vez a los cristianos para edificar iglesias en cualquier parte. Y les estimuló a la edificación de estos lugares sagrados no sólo con su edicto sino con su ejemplo. Pues dedicó una iglesia al Salvador en su palacio de Letrán, y edificó junto a ella una basílica dedicada a San Juan Bautista en el mismo lugar en que, con el bautismo, que le administró San Silvestre, fue curado de la lepra de la infidelidad. El mismo Papa consagró aquella basílica, el día quinto anterior a los idus de noviembre. De esta consagración se celebra hoy memoria, por ser éste el día en que por vez primera se consagró en Roma públicamente una iglesia y apareció ante el pueblo romano la imagen del Salvador pintada en el muro.

San Silvestre decretó más tarde, al consagrar el altar de San Pedro, que todos los altares que en lo sucesivo se consagraran habían de ser de piedra, a pesar de lo cual el de la basílica de Letrán es de madera. Pero no debe extrañarnos; porque, no pudiendo los Papas, desde San Pedro hasta San Silvestre, a causa de las persecuciones, residir en un lugar fijo, en dondequiera la necesidad les llevara, ya en las criptas, ya en los cementerios, ya en las casas de los fieles devotos, ofrecían el sacrificio sobre este altar de madera, que era hueco, en forma de arca. Pero una vez devuelta la paz a la Iglesia, San Silvestre lo colocó en el primer templo, que fue el de Letrán, y, en honor de S. Pedro, del cual se dice que celebró el Santo Sacrificio en este altar, como también de los demás papas que hasta entonces lo usaron para la celebración de los Misterios, dispuso que nadie más que el Papa celebrara en él la Misa. La basílica del Salvador, perjudicada por los incendios, saqueos y terremotos, fue restaurada y después reedificada por los papas. El 28 de abril de 1726, el Papa Benedicto XIII, de la Orden de los Predicadores, la consagró solemnemente y decidió que en dicho día se conmemorase esta dedicación. De acuerdo con lo proyectado por Pío IX, León XIII hizo ejecutar obras para alargar y ensanchar el coro del altar mayor, que iba hundiéndose por los años. Dio orden de restaurar según los antiguos dibujos, los mosaicos, ya reparados en muchos lugares, y de transportarlos a la nueva ábside, magníficamente construida y decorada; dispuso también que se terminara la ornamentación del transepto y que se reparara el artesonado del techo; y en el año 1884 el mismo Pontífice mandó añadirle no sólo la sacristía, sino también la residencia de los canónigos y una galería contigua que conduce al baptisterio de Constantino.

 

Oremos.

Oh Dios, que cada año renuevas el día de la consagración de este tu santo templo, y representas siempre incólumes los sagrados misterios: escucha propicio las súplicas de tu pueblo, y concede al que viniere a pedirte beneficios a este santo templo, que su alma se llene de gozo al ver cumplidos sus deseos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.

 

Conmemoración de S. Teodoro

Teodoro fue soldado cristiano en el reinado de Maximiano; fue detenido por haber incendiado un templo de los ídolos. El prefecto de la legión prometió que no le castigaría si apostataba de la fe cristiana; pero Teodoro fue inquebrantable en la confesión de su fe. Encerrado en la prisión, donde el verdugo le desgarró las carnes con uñas de hierro hasta verse las costillas, el Mártir cantaba alegre: Bendeciré al Señor en todo tiempo. Por esto fue arrojado en una hoguera, y allí, rogando y alabando a Dios, entregó su alma a Cristo el quinto día antes de los idus de noviembre. Eusebia envolvió el cuerpo del mártir con una sábana y lo sepultó en sus dominios.

 

Oremos.

¡Oh Dios, que nos guardas y nos proteges con el glorioso testimonio de San Teodoro, tu mártir!; concédenos que su ejemplo nos aproveche y que su oración nos reconforte. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.