11 de noviembre. San Martín, obispo y confesor
Martín natural de Sabaría, Panonia, huyó a la iglesia, contra la voluntad de sus padres, a la edad de 10 años, para inscribirse como catecúmeno. Habiendo ingresado a los 15 años en la milicia romana, sirvió en ella bajo Constantino y después bajo Juliano. En una ocasión en que no poseía sino sus armas y la ropa que le cubría, un pobre le pidió, cerca de Amiens, limosna en nombre de Cristo, y Martín le dio una parte de su clámide. En la noche siguiente, apareciósele Jesucristo, revestido con esta media capa, diciendo: Martín, simple catecúmeno me ha abrigado con este vestido.
A los 18 años recibió el bautismo. Por lo cual, abandonando la vida militar, pasó al lado de Hilario, Obispo de Poitiers, quien lo recibió en el número de los acólitos. Siendo más adelante Obispo de Tours, edificó un monasterio, en donde vivió algún tiempo muy santamente en compañía de ochenta monjes. Cayó muy enfermo de calenturas, en Candes, pueblo de su diócesis, y no cesaba de rogar a Dios que le librara de la prisión de este cuerpo mortal. Al oírle sus discípulos le dijeron: Padre, ¿por qué nos abandonas? ¿A quién dejarás al cuidado de tus pobres hijos? Y conmovido Martín, rogaba a Dios en esta forma: Oh Señor, si todavía soy necesario a tu pueblo, no rehúso el trabajo.
Viendo sus discípulos que a pesar de la fiebre, continuaba acostado en posición supina y sin cesar en sus oraciones, rogáronle que cambiara de posición y que descansara inclinándose un poco hasta que disminuyera el mal. Pero Martín les dijo: Dejadme mirar al cielo más bien que a la tierra, para que mi alma, a punto de volar al Señor, se dirija hacia el camino que debe seguir. Próximo a morir, vio al enemigo del género humano, y le dijo: ¿Qué haces aquí, bestia cruel? Nada encontrarás en mí que te pertenezca. Y con estas palabras, entregó su alma a Dios, a la edad de 81 años. El coro de ángeles le recibió en el cielo; varios, entre ellos, San Severino, Obispo de Colonia, oyeron cantar las divinas alabanzas.
Oremos.
Tú sabes, Señor, que no podemos subsistir por nuestras propias fuerzas; concédenos, por intercesión de San Martín, tu obispo, ser defendidos de todo mal. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.
Conmemoración de S. Menas, Mártir
En la persecución de Diocleciano y Maximiano, emperadores, Menas, soldado cristiano, natural de Egipto, se había retirado al desierto para hacer penitencia. En el día del natalicio de los emperadores, que el pueblo celebraba con espectáculos, entró en el teatro y se pronunció contra las supersticiones paganas. Por ello fue preso y conducido a Cotyea, metrópoli de la Frigia, gobernada por Pirro. Tras haber sido azotado con unas correas, le atormentaron en el caballete, le quemaron con ascuas los costados, frotaron sus llagas con un cilicio, le arrastraron ligado de pies y manos sobre un zarzo erizado de puntas de hierro, le hirieron pegándole con azotes plumbeados, y por fin, le acabaron con la espada y le arrojaron al fuego. Retirado de allí su cuerpo, e inhumado por los cristianos, fue trasladado a Constantinopla.
Oremos.
Dios todopoderoso, al celebrar la entrada en la gloria de tu mártir San Menas, fortalécenos, por su intercesión, en el amor de tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.